Aunque la telefonía móvil 5G parece extenderse rápidamente en todo el mundo, prometiendo mayor velocidad en la transferencia de datos y multiplicidad de dispositivos en uso, Latinoamérica aún es un terreno no conquistado debido a una diversidad de factores, entre ellos los económicos y las políticas públicas y privadas.
Según el especialista alemán de datos de mercado Statista, se espera que para 2025 el promedio global de los accesos a redes móviles a través de la tecnología 5G sea del 14%, mientras que la cifra en América Latina sería del 7%.
Otros especialistas aseguran que a la región le falta mucho recorrido para siquiera llegar a esas estimaciones. Pero desde la asociación de compañías de telecomunicaciones GSMA esperan que el porcentaje sea del 12% dentro de tres años.
Más allá de la que termine siendo la cifra en estos plazos, también habrá actores avanzados y rezagados a nivel intraregional. Quienes están en mayores condiciones para acceder a un desarrollo más amplio son claramente las dos economías más grandes de la región: Brasil y México. Ambas alcanzarán un 18% y 12% de conexiones 5G sobre el total del mercado local de comunicaciones, respectivamente.
En América Latina el despliegue del 5G se encuentra aún en una etapa inicial, ya que los operadores se han estado centrando en migrar a los clientes de 2G y 3G a las redes 4G.
En el mundo, el comienzo del uso de la quinta generación de redes de telecomunicaciones se realizó en 2019, pero las operadoras latinoamericanas anunciaron su lanzamiento comercial recién un año después. Sin embargo, muchas se quedaron solo o en eso, con bajos niveles cobertura y acceso por parte de la población.
“Desde 2019 hay lanzamientos 5G con cobertura acotada. Básicamente son promocionales porque lo que se busca es posicionar al operador como innovador. Por otro lado, el costo de los dispositivos que operan en ésta red es mucho más caro que los de la generación anterior”, detalla a Bloomberg Línea José Otero, vicepresidente para América Latina y el Caribe de 5G Américas, organización de proveedores y fabricantes de servicios de telecomunicaciones.
De hecho, Otero dice, en la región aún no se alcanza una cobertura 4G del 80%, salvo excepciones como Uruguay y Chile. “Estamos en una región donde la mayoría de los países no tienen planes de conectividad y desarrollo. Las redes se limitan a la cobertura y no a la accesibilidad”, dice el especialista.
Otero afirma que la llegada de la nueva generación se está dando de una manera muy similar a como se dieron las anteriores, aunque la evolución y su desarrollo regional es más lento. Esto se debe a que en muchos casos quedó relegado a un mero lanzamiento comercial (como los hubo en Brasil, Colombia, Perú y Argentina, República Dominicana y Chile) pero con pocos accesos reales.
En Brasil, las redes 5G de Claro actualmente operan en 15 ciudades y las de Telefónica (VIV), en ocho. Entretanto, en Perú, Claro expandió su cobertura 5G a 19 distritos en el área metropolitana de Lima y otras dos provincias. También hay redes comerciales activas en Colombia.
“El proceso viene lento, en la región estamos en el 1% con 5G”, dice Otero.
Una de las grandes excepciones es Uruguay, cuya red se encuentra operativa, luego de ser anunciado su lanzamiento en 2019. Puerto Rico, Guyana y Trinidad y Tobago, donde también se observa un despliegue e inversión en esa tecnología, son los otros miembros de este reducido grupo.
También atenta contra el despliegue el alto costo de los dispositivos 5G: en su mayoría son de gama alta y superan los US$1.000 sin contar los impuestos correspondientes a cada país. A ello se suma, la escasez de procesadores a nivel mundial, lo cual está impactando en el crecimiento de terminales móviles. “Se necesita que el precio de la terminal esté por debajo de los US$75 para tener una adopción masiva”, dice Otero.
El futuro cercano
El 4G continuará siendo la base de la industria móvil en América Latina a corto plazo, según indica el último informe de GSMA. Representará casi un 70% de las conexiones totales para finales de 2025.
“Si bien los operadores móviles están esperando tener acceso al nuevo espectro, están preparando el terreno para la era 5G mediante inversiones en infraestructura, como fibra óptica, y alianzas para probar y desarrollar nuevas aplicaciones”, dice el relevamiento.
Actualmente se están llevando a cabo pruebas y despliegues de open RAN (Redes de Acceso de Radio abiertas) en Argentina, Brasil y Colombia en un intento de los operadores por reducir los gastos de capital y expandir la cobertura de red.
Pero por otro lado, hay una queja que se repite en algunos países y tiene que ver con la licitación de mayor espectro por parte de los gobiernos; un reclamo constante de algunas operadoras.
La explicación que da Otero es que las operadoras quieren que se les otorgue el espectro limpio, es decir que no esté utilizado por otra red. Pero la misma tecnología que se usó para el lanzamiento es la que se usa para el 4G.
“No hay obligación de dar espectro. Los gobiernos le ponen parámetros e infraestructura que tienen que dar los operadores para 5G. Pero se puede apagar la línea de 3G y dar 5G”, sostiene Otero.
“Ya que el 2G y el 3G representan cerca del 40% de las conexiones en América Latina, discontinuar las redes que soportan los servicios 2G o 3G puede parecer algo lejano. Sin embargo, puesto que se espera que el 2G represente solo un 4% de las conexiones para 2025, es probable que los operadores de la región comiencen a hacer planes de reorganización del espectro para expandir la cobertura y la capacidad 4G y 5G, según GSMA.
Statista hizo un análisis sobre el desarrollo de la tecnología 5G en Latinoamérica en 2020 y estimó que las seis mayores economías de la región (según su PBI: Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile y Perú) deberían incurrir en un gasto total de US$120.000 millones para desplegar la quinta generación. Esto en un escenario de implementación nacional y con una velocidad uniforme de 50 Mbps.
Según el estudio, México debería invertir alrededor de US$37.400 millones. Como resultado de este avance tecnológico, la economía mexicana podría aumentar su PIB en unos US$6.800 millones anuales.
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