Bloomberg Línea Ideas — Durante 2021, la economía mexicana experimentó una tasa de inflación general anual de 7.36%, en tanto que la inflación subyacente (componente que excluye las tarifas administradas por el gobierno y precios de productos agropecuarios) fue de 5.94%. Debido a que el componente subyacente resulta fundamental para determinar la trayectoria de la inflación en el mediano plazo, se antoja conveniente analizar de manera detallada la dinámica de sus dos subcomponentes: mercancías y servicios.
A estas alturas se ha descrito extensivamente la bifurcación que se dio entre estos dos subcomponentes durante la pandemia: fue a inicios del primer trimestre del año pasado cuando los servicios encontraron un punto de inflexión y crecieron en sintonía con las mercancías. Para analizar esta dinámica, es necesario analizar los precios de los productos que tuvieron mayor contribución a la inflación subyacente durante 2021, así como su incidencia en la inflación general (la ponderación de cada producto dentro del índice general multiplicada por su variación). En este sentido, vale la pena recapitular que las mercancías se desagregan en dos frentes: alimenticias (incluyendo bebidas y tabaco) y no alimenticias. Por su parte los servicios se dividen en tres categorías: vivienda, educación y otros servicios.
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Por un lado, durante 2021 las mercancías alimenticias se vieron presionadas por el incremento en el precio de la tortilla de maíz, en donde la incidencia a la inflación general anual de este producto llegó a ser cercana a 0.3% durante al cierre de 2021, esto contrasta significativamente con un nivel promedio previo a la pandemia de 0.08%. Para ahondar en el efecto, el costo promedio de un kilogramo de tortilla en la CDMX pasó de $14,64 en diciembre de 2020 a $17,49 el mes pasado.
El incremento de casi 20% anual en precio de la tortilla del maíz tuvo sin duda un efecto significativo debido a su alta ponderación relativa dentro del índice general. La dinámica en el precio de este producto fue resultado de aumentos en el precio de los insumos en la producción: maíz (mayor demanda de granos por China) y el gas doméstico LP, principalmente. En la misma vertiente, otro producto que contribuyó de manera significativa en el ritmo de crecimiento de las mercancías alimenticias fueron los aceites y grasas vegetales comestibles, en donde tanto el costo de fertilizantes para la producción, así como la escasez en la mano de obra afectaron de manera negativa a este mercado.
Asimismo, la mediana del costo promedio de un litro de aceite en diciembre de 2020 pasó de $31,25 a $45,87 al cierre del año pasado, lo que representa un incremento anual de 47%. La incidencia anual de este componente al índice general fue del 0.20% a diciembre 2021 frente a un nivel de 0.03% previo a la pandemia. Finalmente, las mercancías no alimenticias tuvieron incidencias moderadas en su gran mayoría (con algunas excepciones no disruptivas durante el Buen Fin en los aparatos electrónicos), salvo el sector automotriz que continuó siendo afectando debido a la disrupción en la cadena de producción a raíz de la escasez de semiconductores desde el primer trimestre de 2020.
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Por otro lado, en la dinámica de los servicios, la vivienda presentó un ritmo de crecimiento ordenado durante 2021 con una incidencia anual aún por debajo del nivel prepandemia y el incremento en el precio de los servicios educativos fue débil en todos los niveles (desde preescolar hasta la universidad). Cabe destacar que la ponderación de estos servicios es baja en términos relativos dentro del índice, por lo que aun si presentaran un incremento significativo, el movimiento no generaría distorsiones significativas en la inflación. Sin embargo, las presiones en la inflación de servicios provinieron principalmente del subcomponente denominado “otros servicios”, en donde por orden descendente la mayor contribución se dio en: (i) loncherías, fondas torterías y taquerías, (ii) restaurantes y similares y (iii) transporte aéreo (con cierto grado de incidencia estacional durante periodos vacacionales).
Por último, vale la pena destacar que en el análisis de la inflación no subyacente (el otro gran componente de la inflación general) existe cierto grado de complejidad debido a la mayor volatilidad del precio de los productos que agrupa este componente. No se puede perder de vista la gran relevancia del impacto que tuvieron tanto la gasolina de bajo octanaje, como el precio del gas doméstico LP en la dinámica inflacionaria del año pasado. Sin embargo, poco se ha ahondado en su persistente incidencia en la inflación general que ha presentado el precio de la carne de res desde 2020, que a diciembre de 2021 llegó a ser cercana al 0.4%. En este frente el gobierno de EE.UU. ha decidido implementar una política de mayor competencia en la industria para desacelerar el ritmo de crecimiento de precios.
En el análisis de la inflación es fundamental determinar la trazabilidad del incremento de precios para identificar aquellas dinámicas que son ordenadas y rastrear causalidades en precios de insumos esenciales que afecten de manera transversal a distintos productos. En el debate inflacionario, no basta sólo identificar el síntoma, sino encontrar la fuente del problema y complementar el debate con perspectiva y claridad desde distintas aristas. Tal y como se explicó extensivamente en los párrafos anteriores, la inflación durante 2021 en nuestro país tuvo un comportamiento atípico, exacerbado por la sustancial variación de ciertos productos que tienen una alta ponderación dentro del índice general. La perspectiva de precios para 2022 se muestra favorable, lo cual ayudará a disminuir las preocupaciones inflacionarias a través de la reducción de las primas de riesgo inflacionarias implícitas en distintos instrumentos en el mercado financiero y con ello brindar mayor espacio para poder calibrar las respuestas de política económica teniendo en cuenta sus implicaciones tanto en la economía real y financiera.
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