Entonces, Sr. Mercado, ¿vamos a hablar de ‘justicia climática’?

Al mirar el panorama general, los inversores no tienen en cuenta la dimensión de esta cuestión, que repercute de forma más perversa en algunos en detrimento de otros

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Bloomberg Línea Ideas — La crisis climática tardó varios años (¡y hasta décadas!) en entrar en la agenda del mercado financiero. Las advertencias sobre los impactos económicos del cambio climático no son nada nuevo, pero durante mucho tiempo la comunidad científica fue ignorada por el mercado.

La situación ha cambiado. Esto no significa que el mercado, en general, esté comprometido con esta agenda. Todavía hay muchos que no sienten todavía ninguna responsabilidad, otros hablan más de lo que hacen, pero ya hay un grupo relevante que ha puesto el tema en el centro de la toma de decisiones.

A pesar de ello, podemos observar que el debate existente en el mercado sobre este tema se limita casi exclusivamente al punto de vista científico. Ya se ha incorporado la percepción de que el cambio climático es causado por el hombre, que los combustibles fósiles son los responsables directos, que la solución pasa por la transición energética, así como los efectos previstos por la ciencia, como la sequía, la pérdida de la agricultura, el aumento del nivel del mar, entre muchos otros.

Pero los datos y las estadísticas ocultan una realidad mucho más cruel. El mercado, al mirar el panorama general y comprender de forma pragmática las causas, los efectos y las posibles soluciones, desatiende la granularidad del asunto, que repercute de forma más perversa en unos en detrimento de otros. La “justicia climática” sigue siendo un debate marginado por el mercado.

De acuerdo con un estudio de Amnistía Internacional, la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero verificadas entre 1990 y 2015 fueron realizadas por el 10% más rico de la población mundial, mientras que el 50% más pobre fue responsable sólo del 7% de las emisiones. En otras palabras, los menos responsables de la crisis climática son precisamente los más vulnerables a sus efectos.

El mismo razonamiento puede hacerse desde los países. Las naciones más industrializadas del planeta y, por tanto, responsables directas de las emisiones de carbono en gran proporción están, en general, mejor preparadas económicamente para hacer frente a sus efectos. Por otro lado, las naciones más pobres del planeta serán las que más sentirán los efectos del cambio climático, sin haber sido responsables directas de dichas emisiones.

Un informe publicado por el Instituto ZOE, que recopila los mapas de la huella de carbono en Europa, reveló datos tan interesantes como aterradores. Para contener la crisis climática, deberíamos aspirar a que las emisiones de CO2 sean de 2-2,50 toneladas per cápita. Pues bien, el 5% más pobre de Europa estaba por debajo de este nivel en 2015, mientras que el 1% más rico de la región lo superaba en más de 30 veces, sobre todo en lo que respecta a la alimentación, la vivienda, la ropa, y los transportes por tierra y aéreos. También hay que señalar que entre 1990 y 2015, la huella de carbono per cápita del 1% más rico aumentó un 7%, mientras que entre el 50% más pobre este índice se redujo un 32%.

El cambio climático, por tanto, afecta a los países menos desarrollados, a las comunidades más vulnerables y a las periferias, pero estas personas y naciones suelen quedar excluidas de los debates en los que se construyen soluciones y propuestas… y acaban por no ser contempladas.

En el caso de Brasil, en particular, las poblaciones indígenas y quilombolas son las que más preservan los bosques, pero están entre las más afectadas por el cambio climático, al igual que la población negra. Pero, ¿hay representación indígena, quilombola o negra en el proceso de elaboración de políticas?

Está claro que la crisis climática ya no es sólo un problema medioambiental. No sólo se ha convertido en una cuestión social, sino que es fundamentalmente una cuestión ética.

¿Y qué tiene que ver el mercado con esto?

Todo. El papel de los mercados de capitales tanto en la lucha contra el cambio climático como en la mitigación de sus efectos es fundamental.

Es importante entender que la financiación de la industria de los combustibles fósiles no sólo está empeorando la crisis climática, sino que, como resultado, está infligiendo grandes cargas a los más vulnerables. Invertir en empresas contaminantes (y, por tanto, fomentarlas) o no tener objetivos de descarbonización significa imponer duras consecuencias a los que no pueden lidiar con ellas.

Si por un lado el mercado de capitales puede ser un gran aliado en la lucha contra el cambio climático, por otro también puede contribuir a la reducción de las desigualdades y, por tanto, a reducir la vulnerabilidad de los más pobres y dotarlos de herramientas para hacer frente a los efectos del cambio climático. Entre las muchas acciones posibles, podemos mencionar la disponibilidad de productos para pequeños inversores, la educación financiera, la disponibilidad de créditos con intereses adecuados para particulares, así como para micro y pequeños empresarios, etc.

El mercado ha descuidado la cuestión del clima durante demasiado tiempo, ignorando el problema y alejándose de la solución, y ahora corre detrás de la agenda como si fuera posible recuperar el tiempo perdido. Quizá sea justo. Pero antes de cometer potencialmente el mismo error, conviene recordar que la crisis climática requiere no sólo un enfoque científico, sino también uno de justicia y ética.

Este texto no refleja necesariamente la opinión de los consejos editoriales de Bloomberg Línea o Bloomberg LP y sus propietarios.