Bloomberg Opinión — Es posible que no hayas estado atento al discurso anual de año nuevo del presidente de Finlandia. Es comprensible, pero lamentable, porque Sauli Niinisto dijo algunas cosas notables. Su discurso debería dar una idea a la Unión Europea, para que se discuta no sólo en Bruselas, sino también (y especialmente) en las capitales de Suecia, Austria, Irlanda, Chipre y Malta.
Estos seis países pertenecen a la UE, pero más allá de ello están oficialmente no alineados, lo que significa que no son miembros de la OTAN, la alianza transatlántica que mantuvo la paz durante la Guerra Fría y que actualmente tiene que resolver cómo respondería a una nueva invasión de Ucrania por parte de Rusia.
La idea (inspirada en los comentarios de Niinisto) es la siguiente: Los seis países neutrales, uniendo sus armas a las de la UE y la OTAN, deberían dar la vuelta al ultimátum dado por el presidente ruso Vladimir Putin a Occidente. Putin está exigiendo que la OTAN deje de expandirse para siempre o, de lo contrario, atacará. Por lo contrario, los finlandeses, suecos, austriacos, irlandeses, malteses y chipriotas deberían explicar que si ataca, se unirán a la OTAN.
Niinisto, por supuesto, no fue tan lejos. A su manera diplomática, se limitó a recordar a los finlandeses que su “margen de maniobra y su libertad de elección incluyen también la posibilidad de alinearse militarmente y de solicitar el ingreso en la OTAN, si así lo decidimos nosotros mismos”. Esta libertad de elección es exactamente lo que Putin quiere negar a países como Ucrania, Moldavia o Georgia.
Un nuevo y bienvenido sentido de la confianza y el destino finlandeses se asoma a través de las palabras de Niinisto. Después de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia se declaró no alineada en un acuerdo bilateral con la Unión Soviética. Este fue un intento pragmático pero algo desesperado de mantener su soberanía junto a ese enorme matón comunista. Los alemanes occidentales y otros aplicaron el término peyorativo “finlanización” a este proceso de reverencia a cambio de la independencia nominal.
Los otros cinco países neutrales de la UE tienen historias diferentes. La historia de Austria es la más parecida a la de Finlandia: Se declaró no alineada en la década de 1950 para poner fin a la ocupación de los vencedores aliados de la Segunda Guerra Mundial, incluida la Unión Soviética, que había puesto como condición la neutralidad austríaca. Dicho esto, el modelo de negocio tácito de Austria se basa hoy en día en ser comparativamente amable con Moscú. Si Putin se convierte en una amenaza, eso ya no es sostenible.
Esta dinámica es aún más pronunciada en Chipre. Ha atraído tanto dinero de los oligarcas rusos que a veces se le llama una cuenta bancaria rusa dentro de la UE. Pero aparte de eso, nada se opondría a la entrada de Chipre a la OTAN. La isla está en disputa entre el sur de habla griega (que está en la UE) y el norte étnicamente turco (que solo es reconocido por Turquía). Pero tanto Grecia como Turquía ya están en la OTAN. La pertenencia chipriota a la alianza podría estabilizar el conflicto latente de la isla.
La misma lógica se aplica a esa otra isla dividida. La parte de Irlanda que pertenece a Reino Unido ya no está en la UE, pero sigue en la OTAN. La situación de la República se invierte. Pero nadie duda de que las simpatías de Irlanda en un conflicto con Rusia sean hacia Occidente. Y el país ya no necesita demostrar que su política exterior es independiente de la británica, que fue una de las razones por las que no se unió al club hace mucho tiempo.
Entre los seis países de la UE, la tradición de neutralidad es más fuerte en Suecia, donde se integran nociones de identidad nacional como en Suiza (que no está en la UE). Después de perder una guerra con Rusia hace más de dos siglos, Suecia cedió Finlandia a los zares. Desde entonces vio su destino en la no alineación, sintiéndose relativamente segura tras el parachoques de Finlandia.
Sin embargo, las dos naciones nórdicas ven hoy el mundo de forma similar. Si Rusia se vuelve más agresiva en el Báltico, ambas estarían en primera línea. Sobre todo, ambas tienen interés (como toda la UE) en enviar un mensaje a Putin: No aceptamos su intento de volver al poder y las esferas de influencia; no permitiremos que las grandes potencias vuelvan a decidir entre ellas el destino de las naciones más pequeñas.
En la Europa del siglo XXI, la neutralidad ya no es una razón de ser viable (con la posible excepción de Suiza, pero esa es otra historia). Una estrategia de no alineación presupone que los actores potencialmente hostiles acatan las reglas, la primera de las cuales es que no atacarán a las naciones neutrales. Putin parece decidido a demostrar una vez más que desdeña tales normas.
Niinisto hizo esta afirmación citando a Henry Kissinger. Como lo expresó el archirrealista exsecretario de estado estadounidense en su tesis doctoral: “Siempre que la paz (concebida como evitar la guerra) ha sido el objetivo principal [...], el sistema internacional ha estado a merced del miembro más despiadado de la comunidad internacional“. En el contexto actual: si antepones la neutralidad a todo lo demás, eso nos pone a todos a merced de Putin.
Si Putin capta la indirecta y retrocede (por ahora) en Ucrania, los países neutrales siempre pueden esperar. Pero a largo plazo, su pertenencia a la OTAN tiene sentido de todos modos. La UE lleva mucho tiempo frustrada por tener tan poco peso en geopolítica. Y durante mucho tiempo ha estado en desacuerdo con Estados Unidos acerca de cómo construir un “ejército europeo”, sin confundir o comprometer las estructuras de mando de la OTAN.
La admisión de todos los países de la UE en la OTAN podría abordar parcialmente ambos problemas. Los europeos se convertirían en un bloque único, más o menos coherente dentro de la alianza occidental. Tanto la UE como Occidente saldrían fortalecidos. De hecho, esta vía puede ser la única manera de que Europa mantenga su asiento en la mesa de las grandes potencias y sea tomada en serio, incluso por tiranos sin escrúpulos como Putin.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.
Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.