Bloomberg — Los manifestantes reunidos frente a un hotel de Melbourne que retiene a los solicitantes de asilo coreaban el viernes por la tarde por la libertad. Pero la mayoría pedía la liberación de la superestrella del deporte Novak Djokovic, no la de los refugiados que llevan meses o incluso años encerrados.
El tenista número 1 del mundo y crítico de las exigencias de vacunación había sido trasladado al hotel el día anterior por las autoridades después de que la Fuerza Fronteriza Australiana determinara que no había ofrecido pruebas suficientes para entrar en el país según las normas actuales sobre la pandemia y que debía ser deportado.
Mientras sus abogados iniciaban los procedimientos judiciales para apelar la medida antes de una decisión final que se espera a principios de la semana que viene, apenas unos días antes de que comience el Grand Slam del Abierto de Australia, en Serbia su familia describía a los medios de comunicación las míseras condiciones de la habitación de hotel de Djokovic.
“Lo tienen retenido como a un prisionero. No es justo, no es humano”, dijo su madre, Dijana Djokovic, a los periodistas en Belgrado. “Es sólo un pequeño hotel para inmigrantes, si es que es un hotel. Con insectos, todo está sucio, la comida es terrible”.
El hecho de que Djokovic se aloje en las dependencias utilizadas para detener a los solicitantes de asilo vuelve a poner en el punto de mira mundial el trato que durante décadas ha dado Australia a los refugiados que considera inmigrantes ilegales. Aunque el número de personas retenidas por Australia, principalmente en campamentos en islas remotas, ha disminuido de unos 1.000 en 2019 a poco menos de 300 ahora, los conservadores en el poder no tienen planes de suavizar la política que, según dicen, ayuda a disuadir a los contrabandistas de transportar a personas vulnerables que buscan entrar sin los visados adecuados.
Alrededor de la hora del almuerzo del viernes (hora local), unas pocas docenas de simpatizantes y manifestantes permanecieron fuera del Park Hotel al norte del distrito central de negocios de Melbourne, que los solicitantes de asilo describen como carente de equipos de ejercicio, mal ventilado y susceptible a los brotes de Covid-19. En el interior de una ventana cuelga un cartel que dice “9 YRS LONG (aquí nueve años)”.
“Ellos han pasado por tanto y nuestros problemas son tan insignificantes en comparación”, dijo Nicola Turner, de 33 años, que llevaba una pancarta que decía “Los derechos humanos no son opcionales”. “Es bueno pensar que todo el mundo va a ver esto y lo que está haciendo Australia”.
Controles fronterizos
Australia ha adoptado una postura dura frente a los solicitantes de asilo que han estado llegando en barco desde 2001, cuando el entonces Primer Ministro John Howard se negó a dejar entrar un barco con más de 400 personas, en su mayoría afganos. Su mensaje central, “Nosotros decidiremos quién viene a este país” y la detención de los refugiados en campos insulares en alta mar, resonaron entre los votantes y le ayudaron a ganar la reelección.
La estrategia actual de los conservadores, etiquetada como Operation Sovereign Borders (Operación Fronteras Soberanas, en español), fue ideada por el entonces ministro de inmigración de la nación y ahora primer ministro Scott Morrison. Después de entrevistarlo en 2018 tras su sorpresivo ascenso a líder nacional, The New York Times señaló: “En su despacho hay una maqueta de un barco de migrantes que lleva la orgullosa declaración ‘Yo los detuve’”.
El actual ministro de inmigración, Alex Hawke, no respondió inmediatamente a los correos electrónicos en busca de comentarios. El gobierno dijo que Australia ha “reubicado a más de 920.000 refugiados y otras personas necesitadas” desde el final de la Segunda Guerra Mundial y ha asignado 13.750 plazas a su Programa Humanitario y de Refugiados para el año que termina el 30 de junio.
Aunque la cuestión de la detención de los solicitantes de asilo fue noticia el año pasado debido a la difícil situación de una pareja tamil de Sri Lanka y sus dos hijas pequeñas que llevan casi dos años detenidas en una isla australiana aislada, es poco probable que se convierta en un tema candente para las elecciones nacionales que se celebrarán en mayo.
Para Human Rights Watch, eso podría cambiar gracias a la detención de Djokovic.
“Probablemente Novak no tenga mucho más que hacer en los próximos días, así que esperamos que pueda utilizar su fama y su influencia para hacer algo sobre esta política profundamente inhumana y cruel”, dijo Sophie McNeill, investigadora de Australia para el grupo de derechos, desde su base en Perth. “Todos sabemos que Novak saldrá en pocos días, pero estas otras pobres personas no lo harán”.
Con la asistencia de Chris Bourke.
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Este artículo fue traducido por Andrea González