Bloomberg — Los asesores políticos más cercanos del presidente Jair Bolsonaro le han advertido que aumentar aún más el gasto social de Brasil podría poner en peligro sus posibilidades de reelección el próximo año.
El Gobierno siempre busca oportunidades para expandir y fortalecer las políticas sociales —incluido el programa insignia de Bolsonaro, Ayuda Brasil, que pagará 400 reales (US$70,32) al mes a unos 17 millones de familias—, pero eso no se puede hacer sin responsabilidad fiscal, según al ministro de Ciudadanía, João Roma.
“Las áreas social y económica son dos caras de la misma moneda”, dijo Roma, quien supervisa las políticas sociales de la nación, durante una entrevista en su oficina de Brasilia el martes. “Las mejoras sociales tienen que venir con responsabilidad fiscal, de lo contrario, dará con una mano y quitará con la otra”.
El ministro de Economía, Paulo Guedes, y su equipo han hecho repetidos llamados a la moderación fiscal, con mayor o menor éxito. Pero Roma y otros miembros del gabinete también expresan ahora su preocupación por el impacto del gasto público adicional en los mercados financieros y las expectativas de inflación.
Aunque Bolsonaro sabe que su nuevo programa social no será tan exitoso como la ayuda de emergencia de 600 reales que se entregó a las personas de escasos recursos en 2020, se le ha advertido de los riesgos inflacionarios de aumentar agresivamente el gasto público de nuevo, según otro miembro del círculo político del presidente, que pidió el anonimato porque la discusión no es pública.
La popularidad de Bolsonaro alcanzó un máximo histórico del 40% en septiembre de 2020, cuando su Gobierno entregaba la ayuda para apoyar a los brasileños de menores ingresos a hacer frente al impacto económico del Covid-19. Ahora, incluso cuando el presidente está por debajo en las primeras encuestas para las elecciones del próximo año, Bolsonaro prefiere limitar la ayuda a 400 reales para evitar una liquidación masiva del mercado que aumentarlas a 600 reales, si eso significa que la moneda se devalúe a más de 6 reales por dólar, dijo la persona, que solicitó el anonimato porque la discusión no es pública.
El estímulo del año pasado, masivo para mercado emergente, hizo que la pobreza se acercara a un mínimo histórico. Pero también tuvo algunas consecuencias no deseadas: la deuda pública se disparó al 88,8% del producto interno bruto a fines de 2020 e inversionistas nerviosos abandonaron el real brasileño, lo que agravó un problema de inflación que acecha al mundo tras la pandemia.
Aunque la posición fiscal de Brasil ha mejorado significativamente, el aumento de los precios al consumidor, que asciende a más del 10% anual, se ha convertido en el principal dolor de cabeza de Bolsonaro en el período previo a las elecciones de octubre, considerando que erosiona el poder adquisitivo de los brasileños y especialmente el de los más pobres.
Los esfuerzos de Bolsonaro para garantizar los pagos de 400 reales el próximo año, que incluyeron cambios en una ley clave de responsabilidad fiscal, han vuelto a inquietar a los mercados en los últimos meses, lo que ha llevado al banco central a advertir que un estímulo pandémico adicional podría alimentar la inflación el próximo año. Las acciones del país son unas de las de peor desempeño del mundo, y el real va camino de sufrir un quinto año consecutivo de pérdidas.
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