Preguntas acerca de ómicron que nos seguiremos haciendo durante las vacaciones

La reacción de los distintos países a la nueva variante y cómo podría incidir en la vida de las personas.

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Bloomberg Opinión — A medida que la variante ómicron del Covid-19 se extiende por el mundo, los científicos se afanan por conocer la amenaza que representa. Los líderes políticos, con la vista puesta en la proximidad de las fiestas navideñas, reflexionan sobre las respuestas políticas adecuadas.

La columnista de Bloomberg Opinion, Therese Raphael, y el analista farmacéutico senior de Bloomberg Intelligence, Sam Fazeli, se unieron a Bobby Ghosh en un Twitter Space (Twitter Espacio) sobre una crisis que evoluciona rápidamente. Aquí están los aspectos más destacados de su conversación, ligeramente editados.

Ghosh: Al llegar el fin de semana, la percepción generalizada era que el ómicron podía evadir parte de la protección que nos proporcionan las vacunas, pero por otro lado, no era la protección para la enfermedad grave. Así que la gente se infectaría, pero no provocaría una enfermedad extremadamente grave. ¿Sigue siendo esa la percepción general entre los científicos?

Fazeli: Esa es la esperanza general. Lo que hemos aprendido en la última semana es sobre todo anecdótico. La mayor parte de la información sigue procediendo de Sudáfrica, el primer país que identificó el virus. El epicentro fue Gauteng, que es la provincia más poblada. Por supuesto, la densidad de población influye directamente en la rapidez con que aumentan los casos o se transmiten las infecciones. La trayectoria del aumento de la infección ha sido mucho, mucho más rápida de lo que se había visto en la misma provincia en las tres oleadas anteriores. Pero todavía tenemos que averiguar a qué se debe.

Ghosh: ¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno sudafricano y de los gobiernos de otras partes del mundo? ¿Hay un esfuerzo concertado de los países desarrollados para ayudar a Sudáfrica?

Fazeli: Sudáfrica está haciendo un buen trabajo con la distribución de los suministros de vacunas que tiene. Pero no sabemos cómo se relaciona eso con la protección ofrecida contra la variante ómicron. Cuando se observan los datos de las infecciones entre las personas que acuden a un hospital, la mayoría son menores de 50 años. Ese es el grupo con menores tasas de vacunación, y también es el más activo socialmente. Habrá que esperar a tener un conjunto de datos más equilibrado.

En cuanto al Occidente, no he visto a nadie hacer realmente nada, aparte de imponer la prohibición de viajar desde Sudáfrica. Las restricciones de viaje hacen la vida bastante difícil a los sudafricanos justo cuando necesitan acceder a reactivos y otros instrumentos para realizar el tipo de investigación que nos alertó de la presencia del ómicron.

Espero que los países desarrollados solucionen esto, porque es fundamental. También espero que envíen rápidamente las vacunas, no necesariamente a Sudáfrica, porque tienen un suministro decente, sino a los países de alrededor, que ahora también están en varias listas rojas.

Ghosh: ¿Cómo han respondido los gobiernos en Europa, y refleja la respuesta una evolución respecto a lo que vimos en olas anteriores?

Raphael: Hubo una respuesta inicial muy rápida: el dar un paso pequeño. Gran Bretaña fue el primero en dar ese paso: El gobierno, al que le gusta proclamar que es el mejor del mundo en lo que respecta al virus, anunció inmediatamente la prohibición de viajar a Sudáfrica y Botsuana, donde había aparecido la variante. Desde entonces, hemos visto un par de medidas que yo llamaría de bajo costo, como la exigencia de llevar mascarilla en el transporte público y en las tiendas. Ha habido algunas restricciones adicionales a los viajes. Este pasado fin de semana, añadieron a Nigeria a la lista roja, para consternación de los nigerianos.

Estas medidas no causan muchos inconvenientes a la mayoría de la gente.

También hemos visto cómo países tales como Suiza, que inicialmente le exigía a los viajeros que llegaban hacer cuarentena durante 10 días. Eso acabó con la temporada de esquí allí. La semana pasada, los suizos dieron marcha atrás y dijeron que las personas que llegaran sólo debían someterse a pruebas.

Al menos en esta parte del mundo, los países están tratando de averiguar cómo ser receptivos sin quitar algunas de las libertades que acaban de devolverle a la gente con las recientes reaperturas. En el continente, países como Austria, Alemania y Francia siguen lidiando con un problema bastante serio con el Delta. En algunos lugares hay niveles más bajos de vacunación o dudas sobre las vacunas, y los gobiernos han aumentado las restricciones. Hay mandatos y pases de vacunas.

Ghosh: En su última columna, usted señala que el Primer Ministro británico, Boris Johnson, está animando a la gente a seguir adelante con sus planes navideños y a no dejar que el ómicron les restrinja. Pero dentro de su gabinete y entre sus asesores científicos, hay desacuerdo sobre si este es el camino correcto.

Raphael: ¡Hemos tenido varios días de un debate público bastante extraño entre los ministros sobre los besos bajo el muérdago!

A principios de año, el gobierno británico dijo: “Miren, tenemos tres cosas que creemos que van a ayudar a la gente a volver a la normalidad: hay vacunas, hay tratamientos Covid-19 que se están poniendo en marcha y tenemos pruebas masivas.

Ómicron es la primera prueba real de cómo vivimos con Covid-19 en este mundo post-vacunas, donde podemos secuenciar genómicamente las variantes rápidamente, donde tenemos varias opciones de tratamientos virales y los hospitales están mejor equipados. Aquí es donde se pone a prueba el plan de Johnson.

Por ahora, el mensaje del gobierno es: Sigue la fiesta de Navidad, no canceles tus planes, y cruzaremos los dedos para que en enero o febrero no sea tan malo como todo el mundo cree.

Ghosh: Más allá de las vacunas, ¿cuáles son los tratamientos más importantes que están por llegar? ¿Qué debería esperar la gente en términos de disponibilidad y de cómo funcionan los tratamientos?

Fazeli: Los más cercanos a nosotros son obviamente los anticuerpos monoclonales que ya han sido aprobados: de GlaxoSmithKline y Vir Biotech, Eli Lilly y AbCellera, y Roche-Regeneron, a los que pronto seguirá otro de AstraZeneca.

Luego tienes los antivirales, de Pfizer y Merck, que se espera que sigan activos contra el ómicron.

Y luego están todas las terapias, como la dexametasona, que son para los desafortunados que acaban en el hospital. Y el Actemra de Roche, que funciona de manera completamente diferente, independientemente del virus.

Y, por último, hay algunas empresas como Synairgen, en el Reino Unido, que están desarrollando terapias muy diferentes todavía, que aún no han sido probadas.

Ghosh: ¿Estamos viendo un esfuerzo para que estos tratamientos estén disponibles de una manera más equitativa que la distribución de las vacunas?

Fazeli: Ciertamente. Las píldoras antivirales de Merck y Pfizer van a ser de gran volumen. Además, ambas compañías han acordado acuerdos de licencia con productores de productos genéricos en otros países para producir estos medicamentos para los países de ingresos bajos y medios. El acceso debería ser mayor porque son fáciles de enviar y almacenar. Pero tiene que haber un sistema para identificar al paciente y darle el medicamento.

Los anticuerpos son más difíciles de fabricar, el volumen es potencialmente menor y el coste es mayor. Y no se puede transferir la tecnología sin más porque la fabricación es más complicada.

Ghosh: Pero lo mejor sigue siendo conseguir las vacunas. Las píldoras no son obviamente sustitutas.

Fazeli: Absolutamente. Las vacunas son preventivas y mucho más baratas. El año que viene, entre todos los fabricantes de vacunas, tendremos entre 12.000 y 16.000 millones de dosis. Eso es más que suficiente para vacunar a la población mundial. El siguiente paso es hacer llegar esas dosis a los brazos de la gente, para lo cual es determinante que la gente ofrezca realmente sus brazos. Y esa es la parte que se pondrá a prueba en 2022, en algunas de estas zonas menos vacunadas.

Ghosh: Los gobiernos están entusiasmados con la perspectiva de que estos tratamientos estén disponibles de forma más generalizada. Pero también son conscientes del riesgo de autocomplacencia, de que la gente piense: “Ya hay un tratamiento, así que no hace falta vacunarse”.

Raphael: Hemos conseguido proteger muy bien a las personas más vulnerables contra el virus. Las personas mayores, en general, han recibido la vacuna. Siempre existe el riesgo de que los más jóvenes se vuelvan complacientes. Pero con el ómicron, ahora hay un mayor sentido de urgencia por parte del gobierno sobre la vacunación y los refuerzos. No han hecho mucha publicidad sobre estos antivirales y anticuerpos monoclonales. Y creo que la gente es vagamente consciente de que existen, pero el verdadero impulso ha sido la vacunación y las medidas para que la gente sea consciente de la transmisión durante el periodo navideño.

Ghosh: También ha habido cierta complacencia por parte de los funcionarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Fazeli: Sí, hay un informe que cita a un funcionario de la OMS diciendo que no ha habido muertes por ómicron. También hay informes que insisten en que no está causando enfermedades graves.

Todos esperamos que este virus resulte ser un gatito, si se quiere, y que siga adelante sin afectar gravemente a nadie. Todo el mundo quiere eso. Pero los funcionarios deberían pensar en lo que dicen, porque realmente repercute en el comportamiento de la gente. Yo podría dar la vuelta y decir: “Vale, bien, si la OMS dice que no hay muertes y que la enfermedad no es grave, voy a salir a correr con mi máscara debajo de la nariz”.

El número de muertes tarda entre 3 y 4 semanas en verse afectado por los casos. Las hospitalizaciones tardan un par de semanas en verse afectadas por el aumento de los casos. Vamos a sentarnos, a ver cómo va la cosa y a celebrar dentro de unas semanas si realmente ómicron resulta ser ese gatito que todos deseamos que sea.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Andrea González