El creciente ultranacionalismo chino complica las ambiciones climáticas de Xi

Hay una batalla por la narrativa del cambio climático entre quienes impulsan las reformas ecológicas y quienes consideran que las medidas se pliegan a las exigencias de las potencias occidentales hostiles.

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Bloomberg — El año pasado China dio algunos de los pasos más alentadores para frenar sus emisiones de gases de efecto invernadero que calientan el planeta. Pero una facción nacionalista cada vez más ruidosa de la sociedad está dificultando algunos avances.

Hay una batalla por la narrativa del cambio climático entre quienes impulsan las reformas ecológicas y quienes consideran que las medidas se pliegan a las exigencias de las potencias occidentales hostiles.

Después de que el presidente Xi Jinping anunciara en septiembre que China alcanzaría el máximo de emisiones antes del final de la década y lograría la neutralidad del carbono en 2060, los funcionarios y las empresas estatales se alinearon en gran medida y se hicieron eco de sus ambiciones, incluso cuando algunas figuras públicas han cuestionado abiertamente la viabilidad de abandonar el carbón y frenar motores económicos como la construcción y la siderurgia.

Este año empezó a cobrar fuerza una teoría conspirativa particular: que actores extranjeros se están metiendo en la sociedad china y en formulación de políticas, tratando de influir en la opinión pública y de descarrilar el ascenso económico y geopolítico de la nación.

PaperClip, una plataforma de medios de comunicación que publicaba vídeos de divulgación científica, se vio obligada a cerrar este verano luego de que un bloguero con 2,6 millones de seguidores en Weibo acusara al sitio web de ser “antichino” y estar patrocinado por “fuerzas extranjeras”. ¿El delito? PaperClip había hecho un llamamiento a reducir el consumo de carne por su impacto medioambiental y algunos de sus empleados habían publicado comentarios “antichinos” en Twitter.

Como prueba de sus vínculos con el extranjero, el bloguero, que se hace llamar Sailei, citó la colaboración de PaperClip con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), una organización sin fines de lucro con sede en Suiza. Sailei también ha publicado vídeos en los que ataca a las organizaciones no gubernamentales (ONGs) ecologistas de China por “llevar adelante la agenda occidental”, que han obtenido millones de visitas y han sido respaldados por cuentas oficiales del ejército chino y de la Liga de la Juventud Comunista.

Días después de la cumbre climática COP26, a principios de este mes, el Global Times, un portavoz del Partido Comunista que suele reflejar sus posiciones más extremas, publicó un artículo en el que acusaba a los medios de comunicación occidentales y a las ONG locales de trabajar juntos para “desprestigiar las políticas climáticas de China” y “utilizar la agenda climática para aplastar a China”. El periódico también sugería que algunas ONG estaban implicadas en “actividades de espionaje” porque organizaban debates y conferencias académicas relacionadas con el clima. Los eventos se celebraron en China y contaron con expertos locales.

Pocos días después, la televisión estatal China Central emitió un programa de noticias de 30 minutos en el que se acusaba a ONGs internacionales, incluyendo algunas que trabajan en cuestiones climáticas, de llevar a cabo actividades que servían a la agenda antichina de Estados Unidos.

El problema es, en parte, obra del propio Partido Comunista. A medida que la relación de China con Occidente se ha ido deteriorando en una serie de cuestiones que van desde el comercio hasta los derechos humanos, el gobierno ha avivado la ira pública contra cualquier desaire percibido. Las marcas de lujo se han visto obligadas a disculparse por ofender la cultura china, mientras que incluso las críticas leves al gobierno desde el exterior han provocado el vilipendio y la censura.

El activismo nunca ha sido fácil en China. Las ONGs extranjeras están obligadas a asociarse con un grupo local, lo que por sí solo conduce a una mayor autocensura. Ahora, campañas tan inofensivas como intentar salvar los océanos se han convertido en polémicas, incluso cuando están avaladas por las autoridades.

Eso es lo que le ocurrió a WWF, que lleva cuatro décadas trabajando con el gobierno chino. Una reciente campaña de protección de los océanos se enfrentó a reacciones negativas a pesar de estar copatrocinada por Greenovation Hub, una ONG china dependiente del Instituto de Finanzas y Sostenibilidad, organización fundada por el exasesor del banco central Ma Jun. Internautas como Sailei criticaron la iniciativa por considerar que establecía un doble estándar. Argumentaron que China debería poder realizar el mismo consumo que los occidentales han disfrutado durante mucho tiempo y también que el impulso amenazaba la soberanía marítima de China (muchos de los vídeos que promovían la campaña ya no están disponibles en la Internet china).

El Partido Comunista “siempre ha estado vigilante contra los riesgos de seguridad del exterior, aunque ha estado bastante abierto a la absorción de ideas del exterior”, dijo Alex Wang, profesor de la Universidad de California en Los Ángeles (Ucla, por sus siglas en inglés) y codirector del Instituto Emmett sobre Cambio Climático y Medio Ambiente. “Los ciudadanos de algunos sectores se han vuelto cada vez más expresivos a la hora de manifestar un sentimiento nacionalista”.

Eso ha dificultado que los investigadores y activistas chinos avancen en cuestiones climáticas, que es una de las pocas áreas en las que la cooperación con el Occidente sigue siendo viable. Muchos proyectos clave, desde la aceleración de la adopción de energías limpias hasta la protección de los bosques y las tecnologías de captura de carbono, pueden beneficiarse de la colaboración con científicos y activistas de todo el mundo. Pero el ambiente actual hace que los expertos locales se muestren comprensiblemente recelosos de estar vinculados a grupos extranjeros.

La acusación generalizada de “infiltración extranjera” cada vez que un grupo local trabaja con una organización internacional también podría dificultar la concienciación pública sobre la urgencia de la crisis climática, una de las diez principales tareas que el gobierno enumeró en su hoja de ruta oficial para alcanzar el pico de emisiones de carbono.

Por ejemplo, PaperClip, que podría haber sido una fuente eficaz de contenidos para educar al público. Desde su lanzamiento en 2017, el sitio web ha compartido vídeos populares sobre diversos temas relacionados con el clima con sus millones de seguidores. Abarcaron desde cómo la cría de ganado vacuno y de soja está vinculada a la deforestación hasta los costos medioambientales de la sobreexplotación de las aguas subterráneas.

“El riesgo de un macartismo al estilo chino es real”, dijo Wang, de la UCLA. “¿Se acusará a los que critican el mal comportamiento medioambiental de China de ser sirvientes de fuerzas extranjeras que intentan frenar a China? Hay incidentes de esto y puede ser problemático”.

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Este artículo fue traducido por Andrea González