Bloomberg — Si pensaba que determinar las reglas sociales aceptables para las reuniones posteriores a los confinamientos por Covid-19 era un desafío, imagine intentar llevar a cabo una cumbre climática de alto nivel con más de 100 líderes mundiales. Y, sin presiones, pero cualquier error podría reducir las posibilidades de un acuerdo para salvar el planeta.
Incluso en un buen año hay una lista interminable de cosas que pueden salir mal en las conversaciones anuales patrocinadas por las Naciones Unidas, este año conocidas como COP26. Los anfitriones anteriores han sido criticados por tener alimentos poco saludables y obras de arte insensibles. Cualquier cosa puede hacer estallar a un negociador malhumorado después de una agotadora quincena de estudio de las minucias del derecho internacional.
En Copenhague en 2009, lugar de la COP15, los problemas de seguridad llevaron a filas que duraron horas. China se quejó de que a uno de sus ministros se le impidió ingresar a la conferencia tres veces durante conversaciones cruciales. En la misma cumbre, los diplomáticos de las naciones insulares descubrieron que sus países no aparecían en un globo terráqueo gigante en el centro de conferencias. La reunión terminó sin el acuerdo global que los países pretendían.
Nada se puede comparar con la pesadilla logística a la que se enfrentan los organizadores de este año en Glasgow, Escocia, en la que los delegados tienen que sortear los riesgos del virus. Aunque los anfitriones del Reino Unido han prometido vacunar a los asistentes antes del evento, los que procedan de los países de mayor riesgo tendrán que permanecer en cuarentena en un hotel entre cinco a 10 días. Todos los asistentes serán sometidos a pruebas periódicas.
“Si se equivocan, podrían producirse filas masivas y una gran cantidas de interrupciones”, afirma Richard Black, investigador del Instituto Grantham del Imperial College de Londres, que ha asistido a 10 COP. También existe el riesgo de que un negociador se infecte y se vea obligado a aislarse, dice. Si esto ocurre en un momento crucial, podría socavar seriamente el resultado de las conversaciones.
Incluso lo más básico -la comida- puede marcar el curso de una conferencia sobre el clima. Los veteranos de la COP siguen hablando maravillas de la comida en la reunión de París de 2015, cuando se llegó al hito de acordar mantener el aumento de la temperatura global muy por debajo de los 2 ºC y luchar por un límite de 1,5 ºC.
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Los delegados reciben un estipendio todos los días, lo que significa que algunos querrán ahorrar dinero. Rachel Kyte, decana de la escuela Fletcher en la Universidad de Tufts, recuerda a las mujeres locales en las charlas de 2018 en Katowice, Polonia, vendían bolas de masa hervida llamadas pierogis a lo largo de la carretera que conducía al lugar de celebración a los participantes que buscaban un bocado barato. “Camiones de comida vegetariana de Glasgow, pónganse las pilas”, dice.
El transporte también puede ser un problema. En México, en 2010, los delegados se quejaron del viaje diario de una hora desde sus hoteles hasta la sede de Cancún. En esta ocasión, algunos se desplazarán diariamente desde Edimburgo, la capital escocesa, que se encuentra a más de una hora en coche, porque los hoteles de Glasgow están llenos. Los maquinistas de trenes también tienen previsto hacer huelga durante la cumbre para exigir salarios más altos.
Aun así, todo es cuestión de perspectiva. La reunión del año pasado se pospuso a causa del virus, lo que significa que el plazo para alcanzar las emisiones netas cero está aún más cerca.
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“El planeta está llegando a su fin”, dice Mohammed Nasheed, presidente de las Maldivas, una nación insular en riesgo de desaparecer en el Océano Índico. “Si creemos que el mal tiempo y no poder comer un croissant va a hacer fracasar las negociaciones, entonces estamos comenzando con muy mal pie”.