¿Cómo es visitar Lisboa ahora?

Esto es lo que se puede esperar de la capital portuguesa, tanto si se aprovecha la relativa tranquilidad de la ciudad como si se piensa en un futuro viaje.

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Bloomberg — Un martes por la mañana, una docena de personas esperan por una mesa fuera del Zenith, un restaurante de moda en el centro de Lisboa que sirve brunch y cócteles todo el día, todos los días. El lugar era popular entre los turistas antes de la pandemia, pero ahora también acuden los locales; es uno de los pocos sitios que se han mantenido a flote en la Avenida da Liberdade, la respuesta de la ciudad a los Campos Elíseos. Estos días, el Zenith sirve tanto de recordatorio de las bajas de 2020 como de señal de que Lisboa está volviendo a la vida.

Portugal ha tenido un despliegue de vacunación excepcional. Más del 84% de sus 10 millones de habitantes han sido completamente vacunados, una de las tasas más altas del mundo. Como resultado, la normalidad está volviendo. Incluso los clubes nocturnos y los bares volvieron a abrir sus puertas al público en octubre por primera vez en 30 meses. Pueden acceder aquellos que tengan un resultado negativo en las pruebas de Covid-19 o pasaportes de vacunas.

Los extranjeros son bienvenidos si pueden presentar una prueba de PCR negativa, una tarjeta de vacunación o una prueba de recuperación de Covid-19, condiciones sencillas que han atraído a muchos visitantes. Entre junio y agosto la cifra fue de 1,5 millones, triplicando la del mismo periodo del año anterior, según el Instituto Nacional de Estadística. Todavía está lejos del verano de 2019, cuando la capital portuguesa recibió 4,5 millones de visitantes extranjeros, pero se trata de una cifra mucho más manejable para una ciudad que anteriormente había lidiado con problemas de exceso de turismo.

Eso significa menos aglomeraciones para una ciudad a la que le quedan pocas medidas de salud pública. Sólo se exigen mascarillas en determinados espacios interiores, como el transporte público, los teatros y los museos, pero no en la mayoría de los restaurantes. Incluso esto podría remitir pronto si la tasa de vacunación del país sigue aumentando y el número de infecciones continúa disminuyendo, afirma Rita Marques, secretaria de Estado de Turismo del país, en una entrevista con Bloomberg.

“El éxito de la campaña de vacunación en Portugal ha colocado al país en una posición envidiable en lo que respecta al turismo”, explica Raul Martins, director de la Asociación de Hoteles de Portugal y propietario de la cadena hotelera Altis. “Las reservas aumentan con cada hora que pasa”.

Esto es lo que se puede esperar de Lisboa, tanto si se aprovecha la relativa tranquilidad de la ciudad como si se piensa en un futuro viaje.

El escenario gastronómico

La escena culinaria de Lisboa había crecido a gran velocidad antes de que el Covid-19 se convirtiera en un nombre familiar y los cierres temporales se convirtieran en calvarios de meses; muchos restaurantes han cerrado definitivamente. Para los que se han adaptado a las cambiantes normas, la monumental lucha está dando por fin sus frutos, ya que las temperaturas más suaves del otoño en el Hemisferio Norte y las vacunas hacen que los lisboetas salgan de su escondite.

Belcanto, el primer restaurante de la ciudad en recibir dos estrellas Michelin, es un ejemplo de ello. “Tenemos casi todo reservado para las cenas de octubre, y están llegando muchas reservas para noviembre y diciembre”, dice el chef José Avillez, cuyo ascenso al estrellato hace una década contribuyó al auge del turismo en Portugal. “Las cosas se están recuperando”.

En Bairro Alto, un barrio bohemio situado en lo alto de una de las siete colinas de Lisboa, las calles empedradas suelen estar repletas de comensales en mesas de madera al aire libre, incluyendo las de Sinal Vermelho, un templo del bacalhau (bacalao) portugués. En el cercano barrio de Chiado, una de las zonas residenciales y comerciales más exclusivas de la ciudad, es habitual que los restaurantes acepten reservas con una o dos semanas de antelación. Allí se encuentra Bairro do Avillez, un multirrestaurante del mencionado chef. De sus cuatro conceptos distintos taberna, pateo (terraza), pizzería y gastrobar, este último es el más interesante. Llamado Mini Bar, este espacio poco iluminado y escondido en una antigua capilla sirve platos tan ingeniosos como aguacate en tempura con kimchi deshidratado o foie gras con algodón de azúcar.

Algunos lugares que antes de la pandemia exigían tiempos de espera desorbitados son ahora mucho más accesibles, entre ellos la institución del marisco y la cerveza Cervejaria Ramiro. Si la gente solía hacer fila durante una hora o más para pedir langostas y gambas a la parrilla con ajo, últimamente se pueden conseguir en menos de 20 minutos (nadie sabe cuánto durará esto).

En tanto, el Grupo de Lujo Amorim está trabajando en la próxima gran cosa. Propiedad de una de las familias más ricas de Portugal, esta empresa de estilo de vida centrada en el comercio minorista es ahora propietaria de dos de los restaurantes más glamurosos de Lisboa: JNcQUOI Avenida y JNcQUOI Asia (ambos se pronuncian como el Je ne sais quoi del francés, que significa “no sé”). El primero se encuentra en un teatro reconvertido con una bodega de 500 botellas, una tienda de ropa y un comedor para comidas ligeras de moda ofrecidas alrededor de un esqueleto de dinosaurio a escala real.

El Regreso de la cultura

Los turistas extranjeros regresan en masa a Lisboa, y muchos lugares culturales y comerciales están totalmente preparados para recibirlos.

Si le preocupa el Covid-19: Lisboa y sus extensas colinas ofrecen múltiples escapadas paisajísticas. Para hacerse una idea de la ciudad, empiece por subir al miradouro (mirador) de São Pedro de Alcântara, que no suele estar muy concurrido y ofrece unas vistas magníficas del Castelo de São Jorge (Castillo de San Jorge) y del centro de la ciudad. Desde allí, puede caminar hasta la Praça do Comércio, la plaza más grande de la ciudad frente al río. Tome asiento en el Café Martinho da Arcada, que funciona desde 1782 y entre cuyos clientes habituales se encuentra Fernando Pessoa, el poeta portugués más famoso del siglo XX. A pesar de su fama, las mesas al aire libre lo convierten en un lugar con mucho ambiente para observar a la gente y consumir pastéis de nata (tartas de huevo y natillas).

Si necesitas un regreso suave: Visite el Museo Calouste Gulbenkian, que cuenta con una de las mayores colecciones de arte portugués del siglo XX, rodeada de un jardín con diversas esculturas que está abierto todo el año. Hasta el 10 de enero, hay una exposición (interior) dedicada a Georges Remi, conocido por el seudónimo de Hergé, famoso por crear Las aventuras de Tintín. También puede visitar el acuario de Lisboa, uno de los mayores oceanarios de Europa, cuyos largos y amplios pasillos ofrecen suficiente espacio para el distanciamiento social; una nueva instalación inmersiva llamada One utiliza imágenes de vídeo originales y proyecciones de luz para hacer que los espectadores se sientan como si estuvieran en el fondo del océano, mientras que las experiencias al aire libre incluyen paseos en barco para avistar delfines a lo largo del adyacente estuario del Tajo.

Si quieres fingir que la pandemia nunca ocurrió: Si se encierra en un tranvía con un montón de gente, puede ser recompensado con unas vistas excepcionales. El nº 28 es una opción especialmente buena: sus vagones históricos recorren las colinas y las calles medievales de Lisboa, pasando por lugares de interés como la Basílica da Estrela y el Mosteiro de São Vicente. No olvide llevar una mascarilla o esconder la cartera de los carteristas, y agárrese bien, ya que el recorrido es empinado y los tranvías se detienen bruscamente.

Otras formas de adentrarse en la cultura portuguesa: una noche en el pintoresco Sky Bar del Hotel Tivoli, en la Avenida da Liberdade, o entradas para el concierto del 4 de diciembre de la sensación del fado contemporáneo, Mariza, que provocará escalofríos a 10.000 fanáticos cuando actúe en Campo Pequeno, una antigua plaza de toros.

Cómo moverse

Aunque Lisboa se puede recorrer a pie facilmente, hay otras opciones para moverse por las empinadas colinas y las estrechas calles de la ciudad sin comprometer la seguridad por el Covid-19, y tus pantorrillas te agradecerán el descanso. Hay una gran variedad de scooters eléctricos y go-peds que se pueden alquilar por 19 euros (US$22) al día a través de la aplicación Bolt (cascos no incluídos). También puedes subirte a una de las decenas de tuk-tuks aparcados en el centro de la ciudad, que te llevarán por las estrechas calles de la ciudad, a través de algunos de los barrios más antiguos que son imposibles de recorrer en un auto normal. Si quiere llamar a un taxi o utilizar las aplicaciones para compartir viajes, espere que algunos (pero no todos) autos contengan barreras de plexiglás.

La mayoría de los locales han vuelto a utilizar el metro, que sigue siendo la opción más barata y quizás la más eficiente para viajar por la ciudad. Se llena de gente en las horas pico, pero el cumplimiento del uso de mascarillas es bueno. En teoría, te pueden multar hasta con 1.000 euros por ir sin mascarilla, pero las sanciones rara vez se imponen.

La persistente etiqueta relacionada al Covid-19

Aunque los restaurantes vuelven a operar con capacidad máxima, se espera que los clientes lleven mascarillas cuando no estén sentados (los camareros también las llevan). Al igual que en el transporte público, los lugareños suelen cumplir. A los que no lo hacen les esperan multas, aunque es probable que primero reciban una advertencia.

Antes de la pandemia, era habitual que la gente se saludara con uno o dos besos en la mejilla, un abrazo o un apretón de manos. Hoy en día, basta con un saludo o un choque de puños. Los choques de codos, más cautelosos, han caído en desuso, otra señal de que la capital portuguesa está preparada para superar la pandemia.

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