Bloomberg Opinión — Los fanáticos de las criptomonedas no han perdido el tiempo antes de ponerse a bailar sobre la tumba del “FUD” de China (siglas en inglés de miedo, incertidumbre y duda). La medida del Banco Popular de China de prohibir las transacciones de criptomonedas y la minería de la semana pasada afectó los precios de bitcoin, ether y otras monedas digitales, pero estas se han recuperado en gran medida.
Los defensores del sentimiento alcista relacionado a la criptomoneda consideran que el último intento de Pekín de reprimirla (el séptimo, según los cálculos de la empresa de investigación Fundstrat) no logrará frenar un activo que se salta las fronteras y los sistemas bancarios. También esperan que lo que parece “malo” para las criptomonedas resulte ser “bueno”. Los defensores están utilizando la prohibición de China como munición para promover una oportunidad para Estados Unidos: puede liderar el camino hacia un enfoque más permisivo hacia las criptomonedas.
Esto parece el tipo de lógica retorcida que pinta la minería de bitcoin como una forma “verde” de uso de la energía, incluso cuando da nueva vida a las viejas plantas de energía de combustibles fósiles. Lo que es malo para las criptomonedas a veces es simplemente malo.
Todavía no se sabe si esta prohibición tendrá más éxito que las anteriores, pero pintarla como una forma de que Estados Unidos se adelante a China es una exageración. El gobierno de Biden ha dejado claro que considera las criptomonedas como un combustible para el ransomware, un vehículo para el fraude y una amenaza potencial para la estabilidad financiera y la reconstrucción posCovid-19. El sector de las criptomonedas ha intentado en el pasado abogar por un trato más indulgente como una manera de golpear a China (véase la defensa del proyecto Libra por parte de Mark Zuckerberg, de Facebook Inc.) sin éxito. No cabe duda de que se avecina una mayor regulación de este sector, y los que están en primera línea lo saben.
La pregunta sobre si Estados Unidos podría hacer lo mismo con una prohibición propia, como ha imaginado Ray Dalio, es más complicada. La gente con ojos de láser (es decir, los fanáticos de las cripto) puede tener razón en que se está haciendo bastante tarde para que Estados Unidos intente el enfoque chino, sobre todo a medida que Wall Street busca una mayor parte del pastel de las criptomonedas. Pero eso no significa que la regulación esté fuera de la vista. De hecho, es todo lo contrario.
El mercado de las criptomonedas se ha convertido en un monstruo de US$2 billones, impulsado por el miedo a quedarse fuera (FOMO por sus siglas en inglés) que continúa atrayendo a personas adineradas inteligentes, especialmente en América del Norte. Ahí es donde se ubican un tercio de los fondos de cobertura criptográficos especializados, con un valor de US$3.800 millones, según PwC, y donde los fondos de dotación y los multimillonarios de los fondos de cobertura están comenzando a meterse gradualmente. El tiempo para la regulación avanza a medida que crece el número de patrocinadores adinerados.
Irónicamente, una de las cosas más cercanas a una “prohibición” de las criptomonedas en EE.UU., es una serie de propuestas del Banco de Pagos Internacionales que podrían obligar a los bancos a mantener un dólar en capital por cada dólar de bitcoin, ha provocado una protesta en Wall Street. Una carta enviada por varias asociaciones de la industria financiera al BPI calificó el paquete como demasiado “restrictivo” y dijo que les impediría atender la demanda de los clientes. Incluso con la evidencia acumulada de que las criptomonedas son una pesadilla cuando se trata de preocupaciones ambientales, sociales y de gobernanza, muchos inversores están felices de seguir comprando.
Aquellos que asumen que la rivalidad entre EE. UU. y China será favorable para una criptomoneda como bitcoin se están engañando a sí mismos. Se está elevando la apuesta para los reguladores en un mundo posterior al Covid-19 donde las vidas se viven cada vez más en línea y donde la tecnología hace que la gobernanza débil sea una amenaza aún mayor. La prohibición de las criptomonedas en China está diseñada para impulsar sus propias prioridades pandémicas, incluído el favorecimiento de una renovación del yuan como moneda digital. Los bancos centrales de otras partes del mundo tienen sus propias versiones de dinero programable en proceso.
Una ofensiva global verdaderamente efectiva contra las criptomonedas es difícil de imaginar debido a la voluntad política y el capital necesarios para lograrlo; no es una imposibilidad tecnológica. Se necesitaría una cooperación internacional como la que se vio en la represión de los paraísos fiscales, combinada con medidas nacionales como las reglas del siglo XX que impiden la propiedad privada del oro. Pero China y el Covid-19 pueden terminar haciendo que esta combinación sea más probable, no menos.
Los criptoevangelistas deberían tenerlo en cuenta. Puede que el FOMO tenga la ventaja ahora, pero el FUD no tardará en llegar.