Bogotá — Del cambio climático se ha hablado mucho, pero lo cierto es que este es cada vez más serio y su empeoramiento está afectando a la población mundial desde diferentes aristas.
Según un estudio del Banco Mundial, actualmente hay más de 1.000 millones de migrantes y la falta de agua se relaciona con el 10% del aumento de la migración mundial.
Un documento reciente del multilateral indica que es la falta del agua y no el exceso como las inundaciones, es lo que tiene un mayor impacto en los flujos migratorios.
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Según el multilateral, el cambio climático intensifica la migración inducida por el agua, ya que en particular la variabilidad de las precipitaciones lleva a las personas a buscar mejores oportunidades en otros lugares. A lo anterior añade que “diecisiete países del mundo -en donde vive el 25% de la población mundial- ya están sufriendo estrés hídrico extremo”.
Como era de esperarse, los retos asociados con el acceso al agua afectan principalmente a los países que están en vía de desarrollo. El estudio arroja que más del 85% de las personas afectadas por la variabilidad de las precipitaciones vive en países de ingreso bajo y mediano.
Pese a lo expuesto hasta ahora, dice el texto, ello no significa que se produzcan oleadas de personas pobres que se refugian buscando agua y que migran para escapar de la sequía. “En realidad, son los más pobres quienes a menudo carecen de los medios para emigrar, aun cuando ello pueda mejorar sus medios de subsistencia y sus oportunidades”.
“Los habitantes de países pobres tienen cuatro veces menos probabilidades de emigrar que los habitantes de países de ingreso mediano”,
Banco Mundial.
¿Qué impactos tiene en las áreas de conflicto?
Sobre este punto el documento indica que en zonas como la región de Oriente Medio y Norte de África, la región con mayor escasez de agua en el mundo, los conflictos mismos y el desempleo son dos de los factores que agregan complejidad al problema de la migración.
No obstante, se agrega que más que la causa de la migración y las guerras, el agua suele ser una víctima del conflicto. “La infraestructura hídrica suele ser el blanco durante los conflictos, dejando a cientos de miles de personas sin acceso a este recurso esencial”.
De hecho, al ser la región más impactada por la escasez del agua, dicho fenómeno ha aportado más a la cooperación hacia ese territorio que a conflictos. “De los 975 eventos hídricos que involucran cuencas fluviales internacionales en la región de Oriente Medio y Norte de África entre 1948 y 2008, el 56 % tuvo carácter cooperativo, el 37 % tuvo carácter conflictivo y el 8 % fue neutral”.
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Recomendaciones
El Banco Mundial es claro: “tanto en las ciudades como en las zonas rurales, la necesidad de generar resiliencia frente al agua es urgente”.
Pero, ¿qué se puede hacer? Sobre este punto el multilateral recomienda que se hagan inversiones centradas en las personas para protegerlas contras las graves crisis del agua. Aquí entrarían las inversiones en educación, abastecimiento de agua y saneamiento, atención a la salud y viviendas seguras para los migrantes pobres.
Además de ello, las ciudades “también pueden mejorar sus prácticas de gestión del agua, como reducir la demanda de agua, reciclar las aguas residuales, recolectar las aguas pluviales y rediseñar las zonas urbanas para que se asemejen a esponjas que absorben el agua y la almacenan bajo tierra”.
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El estudio del Banco Mundial “usa el mayor conjunto de datos sobre migración interna jamás recopilado, que abarca alrededor de 500 millones de personas en 64 países entre 1960 y 2015, así como datos nacionales y globales que se han combinado por primera vez”.
Otro de los aspectos relevantes en esta materia puede ser incentivar inversiones para promover técnicas agrícolas climáticamente inteligentes, modelos de gestión y gobernanza del riego dirigidos por los mismos agricultores e impulsar la infraestructura verde, que sirve como medio de protección frente a la variabilidad y la escasez de agua.
Por último, vale decir que “el estudio usa el mayor conjunto de datos sobre migración interna jamás recopilado, que abarca alrededor de 500 millones de personas en 64 países entre 1960 y 2015, así como datos nacionales y globales que se han combinado por primera vez”.