Bloomberg Línea Opinión — Argentina no es un país modelo. Con 50% de inflación y sin crédito en los mercados internacionales, algunos la consideran más bien paria. Contrástese con Perú, el país sudamericano que más creció en las últimas dos décadas. Tiene 2% de inflación y se financia en los mercados, también al 2%. O con Brasil, que se jacta de un volumen de inversión extranjera alto y constante, y de cultivar un excelente clima de negocios. Es difícil encontrar un empresario argentino que no se lamente de la situación económica de su país, mientras elogia a Perú y Brasil. Y sin embargo…
Los expresidentes peruanos desde 1985 están presos, prófugos o suicidados para no ir presos. En la última elección presidencial, los dos candidatos más votados en primera vuelta sumaron el 32%; en Argentina, el 88%. El partido del actual presidente, Pedro Castillo, no llega al tercio de los legisladores, por lo que la posibilidad de juicio político (o “declaración de vacancia”) está a la vuelta de la esquina. En contraste, el presidente del Banco Central de Reserva del Perú fue designado en 2006 y se mantiene quince años después; en el mismo plazo, el banco central argentino tuvo ocho presidentes. La macroeconomía peruana es estable, pero su política está rota. Argentina es al revés: economía rota, política estable.
El contraste con Brasil es igualmente significativo. Las fuerzas armadas brasileñas tienen más de 330.000 tropas en servicio activo, mientras Argentina tiene unos 80.000. En Brasil, 6.000 militares integran actualmente el gobierno en diversas posiciones ejecutivas, incluyendo ministerios; en Argentina, los militares no pasan ni cerca de la política. Mientras Bolsonaro amenazó recientemente con ganar las elecciones, morir o ir preso, Alberto Fernández acaba de aceptar la pesada derrota electoral en las elecciones primarias del 12 de septiembre. La política brasileña está cada vez más militarizada, como demuestra una investigación publicada este mes en el Journal of Politics in Latin America. La política argentina, en cambio, está completamente civilizada. No en el sentido de civilización, sino de civilidad: los gobiernos llegan, y se van, por la vía electoral.
Es necesario entender los contrastes de Argentina con sus vecinos para evitar el sesgo fatalista que prevalece en sus actores económicos y analistas políticos. Las PASO expresaron una profunda insatisfacción con el estado de cosas, pero el electorado no buscó alternativas extremistas ni antisistema. La primera conclusión es que, por ahora, el sistema político es capaz de resistir la penuria económica.
Si Alberto Fernández pretende estabilizar la economía necesitará negociar con la oposición en el Congreso. Enfrente encontrará, al menos al principio, la mano tendida.
¿Recambio en el peronismo?
Las elecciones primarias no distribuyen espacios institucionales de poder, aunque sí partidarios. Ayer hubo dos grandes derrotados: el presidente y su vice. Pero mientras el presidente carece de capital político y depende del apoyo ajeno, la vice perdió en su propio territorio, la provincia de Buenos Aires, de donde deriva su poder. Eso significa que otros actores de la coalición gobernante podrían desafiar su primacía, y el principal candidato a hacerlo es el gobernador de Tucumán, Juan Manzur. Uno de los seis gobernadores peronistas que sobrevivió al diluvio de anoche, Manzur gobierna una provincia mediana, cuenta con acceso a importantes grupos económicos y tiene buena relación personal con el presidente. En cambio, los gobernadores de provincias más poderosas como Santa Fe y Córdoba ganaron sus disputas intra-peronistas, pero quedaron detrás de la oposición, por lo que terminaron debilitados. A Fernández, que tiene dos años más de mandato, ya no le bastará el apoyo de su partido para durar y gobernar. Si pretende estabilizar la economía necesitará negociar con la oposición en el Congreso. Enfrente encontrará, al menos al principio, la mano tendida, porque ahí también las PASO produjeron un reequilibrio.
Mauricio Macri apoyó candidaturas que cayeron derrotadas en Córdoba y Santa Fe. Rodríguez Larreta, en cambio, ganó sus apuestas en las dos Buenos Aires.
Presidenciable
En Juntos por el Cambio, el expresidente Mauricio Macri apoyó candidaturas que cayeron derrotadas en Córdoba y Santa Fe. Rodríguez Larreta, en cambio, ganó sus apuestas en las dos Buenos Aires. Como los presidentes no peronistas suelen criarse en la jefatura de gobierno porteña, la competencia para 2023 quedó abierta y ya tiene favorito. Rodríguez Larreta es, justamente, el líder opositor que más cooperación tejió con el actual gobierno nacional durante las primeras fases de la pandemia.
Aunque los halcones se adueñen del discurso de campaña hasta noviembre, son las palomas las que se preparan para conducir después.
Pero si Macri quedó algo relegado, al lado del jefe de gobierno se instaló un actor inesperado: el radicalismo, el partido aliado que transitó el gobierno cambiemita en una posición subordinada, pero cuyos resultados electorales lo ponen ahora a la par del PRO. En síntesis, aunque los halcones se adueñen del discurso de campaña hasta noviembre, son las palomas las que se preparan para conducir después.
El horizonte próximo
La vicepresidenta ya no arriesga el poder sino la libertad.
Mientras tanto, Cristina Kirchner tiene 90 días para resolver sus problemas judiciales. Sus acciones podrían generar ruido en el gobierno y conflicto con la oposición, porque la vicepresidenta ya no arriesga el poder sino la libertad. Hasta diciembre, cuando asumirán los nuevos legisladores, habrá que mantener la vista sobre tres espacios: el electoral, el legislativo y el judicial. El primero define la distribución del poder institucional; el segundo, las estrategias de estabilización económica; y el tercero, las perspectivas de la gobernabilidad.
Porque en Argentina votan los electores, pero también los mercados y los jueces, y estos últimos aún no emitieron sentencia. Resta saber si la democracia argentina será tan resistente a la impunidad como lo fue a la inestabilidad económica.
Andrés Malamud es investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa. Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, es doctor en Ciencia Política por el Instituto Universitario Europeo (Florencia, Italia).
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