Bloomberg Opinión — El jefe de Coinbase Global Inc., Brian Armstrong, ha creído durante mucho tiempo que la adopción de monedas digitales como el bitcoin se asemejaría a una línea recta hacia el progreso, como lo fue el desarrollo de Internet desde una red de ordenadores interconectados hasta toda una economía de aplicaciones y negocios.
Sin embargo, su furiosa tormenta de tuits contra la Comisión de Valores de EE.UU. (SEC) el 8 de septiembre, tras su amenaza entre bastidores de demandar a Coinbase si lanzaba un producto que generaba intereses llamado Lend, deja claro que la trayectoria de las criptomonedas no va a ser tan directa.
El camino parece más circular que lineal, con reguladores decididos a no dejar que se olviden las lecciones del último auge y caída de 2017, incluso cuando los defensores de las criptomonedas minimizan los riesgos. Teniendo en cuenta que este vaivén ha llegado para quedarse, el sector no se hace ningún favor acusando a los organismos de control de obstaculizar la innovación y de proteger en exceso a los consumidores; en todo caso, el equipo del presidente de la SEC, Gary Gensler, sólo sacará el látigo con más entusiasmo.
Ya hemos pasado por esto. El enfado de Armstrong por la “imprecisa” decisión de la SEC de que Lend tendría que cumplir con las normas sobre valores (lo que probablemente haría que fuera menos rentable para Coinbase) tiene ecos del último boom de las criptomonedas, en el que cientos de ventas de tokens recaudaron US$20.000 millones en dos años.
Por aquel entonces, muchos emprendedores de criptomonedas estaban convencidos de que sus tokens no cumplían la definición de valor, y advirtieron que regularlos como tales ahogaría la innovación, incluso cuando se producían estafas delante de sus narices. La domesticación de este “salvaje oeste” se produjo relativamente tarde. Cuando el jefe de la SEC dijo que casi todas las Ofertas Iniciales de Monedas (Initial Coin Offer, o ICO, en inglés) que existían parecían un valor no registrado, el desplome de los precios ya había comenzado.
Si bien la implosión del mercado de 2017-2018 dejó poco impacto en el sistema financiero más amplio, los reguladores todavía están limpiando el desorden hoy: El miércoles, la SEC presentó una queja contra una ICO de US$18 millones de 2017 que, según dijo, era en realidad una oferta de valores no registrada.
La lección que persigue a los reguladores es que dormirse al volante antes de la próxima caída del mercado de criptomonedas podría dejar cicatrices mucho más grandes que en 2017.
El auge de los precios de las criptomonedas ha impulsado el tamaño del mercado hasta los US$2 billones y ha alimentado todo tipo de inversiones especulativas, como los mercados automatizados “DeFi” (por finanzas descentralizadas) que ofrecen rendimientos de dos dígitos en grupos de tokens bloqueados o coleccionables de blockchain de dibujos animados vulnerables a la manipulación. Hay más supervisión que antes, pero también hay más riesgos: el riesgo de contrapartida y la delincuencia financiera se encuentran entre los enumerados en un informe de la Wharton School-WEF sobre DeFi, que según Ciphertrace vio US$361 millones en hackeos este año. Elizabeth Warren ha calificado las criptomonedas de sistema bancario en la sombra.
La lección para la industria debería ser la humildad. Puede que el plan de Coinbase no tenga nada que ver con las ICOs, pero que Armstrong aúlle públicamente sobre una aplicación de préstamos de criptomonedas planeada, que según los expertos se parece mucho a un bono que paga cupones o a una acción que paga dividendos (es decir, un valor), es bastante insensible. (Mi colega Matt Levine sugiere que Lend se parece más a una cuenta bancaria, lo que plantea preguntas aún mayores).
Coinbase es una correduría que cotiza en bolsa y tiene su sede en Estados Unidos; no es nada raro que esté en el punto de mira por productos vinculados a los precios volátiles de los activos. Y la volatilidad existe: esta semana, el bitcoin cayó hasta un 17% en un día, después de una problemática puesta en marcha como moneda de curso legal en El Salvador.
El reto en el futuro es si los reguladores pueden evitar correr de atrás a un sector en el que la tecnología tiende a superar la supervisión.
La Unión Europea, que acaba de incluir las bolsas de criptomonedas en el ámbito de aplicación de las normas contra el blanqueo de capitales, está elaborando un amplio conjunto de normas que supervisarán las monedas estables (tokens cuyo precio suele estar vinculado a una divisa o estabilizado mediante algoritmos) y exigirán que las plataformas de negociación estén sujetas a requisitos de capital. Pero Hubert de Vauplane, socio del bufete de abogados Kramer Levin, teme que las normas de la UE se queden atrás cuando finalmente se pongan en marcha.
Más prometedora es la reciente embestida mundial sobre Binance, que ha sido objeto de advertencias regulatorias desde Canadá hasta Japón, lo que demuestra la voluntad mundial de enfrentarse a los modelos de negocio que parecen eludir la ley.
A Carol Van Cleef, una abogada muy versada en activos digitales, le gusta decir que la SEC no opera en días o semanas, sino a lo largo de meses e incluso años. Con el regulador pidiendo aún más recursos para frenar a los actores malos del mundo cripto, la visión de una criptoeconomía con Coinbase en su centro parece un poco más lejana.