Bloomberg — El presidente Jair Bolsonaro instó a los brasileños a salir a las calles el martes para mostrar su apoyo al Gobierno. Se perfila como un indicador clave de sus posibilidades de reelección que hace que los observadores estén a la espera de posibles enfrentamientos.
Grupos bancarios e industriales de Brasil han hecho llamados a la calma, luego de que el juez de la Corte Suprema Ricardo Lewandowski escribiera un artículo en un periódico en el que señalaba que cualquier acción contra el orden constitucional por parte de grupos armados, civiles o militares constituye un delito. El presidente del Senado canceló su asistencia a un evento en Austria para monitorear las manifestaciones.
Bolsonaro ve el 7 de septiembre, el Día de la Independencia de Brasil, como una oportunidad para reunir a sus partidarios y demostrar que conserva el respaldo de un gran número de votantes, según cuatro personas que tienen acceso al presidente y sus hijos. Es una oportunidad para demostrar que no está solo al momento de enfrentar los mayores desafíos del país, indicaron las personas.
Uno de los asesores de la familia de Bolsonaro dice que el objetivo del presidente es evitar una mayor erosión de su base electoral. Pese a que su índice de aprobación alcanzó un mínimo de 20%, la familia Bolsonaro cree que todavía tiene el apoyo de un núcleo que le permitiría pasar a una segunda vuelta contra Luiz Inácio Lula da Silva, el expresidente que lidera las encuestas para las elecciones de 2022.
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“El 7 de septiembre será un hito en la renovación de la esperanza en Brasil porque Bolsonaro es amado, seguido y apoyado por la población”, dijo en una entrevista el ministro de Trabajo, Onyx Lorenzoni, uno de los miembros del gabinete más cercanos al presidente. “Actualmente no hay presidente en el mundo más popular que él”.
Bolsonaro puede ser “inquebrantable”, como afirmó Lorenzoni, pero su apuesta aún podría ser contraproducente: una baja participación el martes representaría una vergüenza para el presidente en un momento en que sus problemas se han multiplicado. La inflación se está disparando, el apoyo de grupos de cabildeo de negocios y agroindustria está decayendo, una crisis hídrica ha elevado las facturas eléctricas de los brasileños, los precios del gas están por las nubes y una investigación sobre su errático manejo de la pandemia continúa destapando nuevos escándalos.
En este contexto turbulento, Bolsonaro ha utilizado insinuaciones de ruptura democrática para enardecer a sus partidarios más leales y atacar a las instituciones del país, especialmente al Tribunal Supremo. Las insinuaciones de duda sobre la imparcialidad del sistema electoral con el que ganó el cargo se han convertido en uno de los puntos centrales de las manifestaciones del martes.
Estos esfuerzos han aumentado la aprensión de las autoridades políticas locales de todo el país, que temen que la mayor economía de América Latina pueda convertirse en un escenario de confrontación violenta.
El ambivalente discurso del presidente no ha hecho nada por disipar las preocupaciones de autoridades políticas locales de todo el país, que temen que la mayor economía de América Latina se convierta en un escenario de violentos enfrentamientos. La semana pasada, Bolsonaro dijo que las elecciones presidenciales terminarían en su victoria, su arresto o su muerte.
“Nadie debe temer el 7 de septiembre”, dijo el jueves durante un discurso en el palacio presidencial. Luego, el viernes, dijo que el mensaje de los que estarán en las calles servirá como un “ultimátum” a dos magistrados del Tribunal Supremo a los que ha criticado.
“Entiendan que ustedes dos están en el camino equivocado”, dijo, sin nombrar a los jueces. Si alguien quiere jugar fuera de la Constitución, añadió, “demostraremos que nosotros también podemos jugar”.
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Legisladores, jueces e incluso miembros de su gabinete dicen que estarán observando a Bolsonaro para ver hasta dónde está dispuesto a llegar para intensificar la crisis política en el país; y las protestas del martes serán un importante indicador.
“Las manifestaciones son un espasmo de un gobierno desesperado, impopular, incompetente y acorralado”, dijo Alessandro Molon, líder de la oposición en la cámara baja. Si bien se refirió al llamado de Bolsonaro a salir a las calles como “un paso más de una escalada autoritaria”, dijo que a diferencia de 1964, cuando los militares tomaron el control, “hoy no hay apoyo para un golpe de Estado en Brasil.”
Bolsonaro celebrará una ceremonia reducida a primera hora en Brasilia frente a la residencia oficial de la presidencia. El tradicional desfile militar ha sido suspendido debido a la pandemia.
El presidente ha dicho que luego participará en una manifestación en la capital. El gobierno local dijo que esperaba 16 grupos separados en el centro de la ciudad (13 a favor del presidente y 3 en contra) lo que aumenta el riesgo de confrontación. Unos 5.000 policías estarán presentes.
Más tarde en el día, Bolsonaro irá a Sao Paulo, la mayor ciudad de Brasil, para otra protesta.
El Tribunal Supremo “permanece atento y vigilante el 7 de septiembre en favor de la democracia de Brasil”, dijo el presidente del Tribunal Supremo, Luiz Fux, en un discurso la semana pasada.
--Con la colaboración de Marisa Wanzeller y Gabriela Mestre.
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