Bloomberg — Joey Levy, asesor de viajes de lujo de Embark Beyond, estaba ayudando a sus clientes a planificar una esperada luna de miel. Querían ir a Zambia, Zimbabue y Sudáfrica en un viaje único en la vida para ver animales salvajes y las cataratas Victoria, quedándose en algunos de los mejores alojamientos de la región.
Para ello, estaban dispuestos a pagar cinco cifras. Pero entonces los costos de las pruebas de PCR se interpusieron. Cada país exigía un resultado negativo 72 horas antes de la entrada, y el remoto alojamiento que habían elegido en Zimbabue les dijo que la única manera de conseguirlo era llevar a un médico en avión, por US$6.000.
“Podría haber alquilado un vuelo para el médico y habría sido más barato”, dice Levy, que finalmente reorganizó el itinerario para evitar pagar la exorbitante tarifa.
En medio de una pandemia, una cosa es viajar a un lugar remoto como las sabanas de Zimbabue o las selvas del Amazonas y otra muy distinta obtener las pruebas de Covid-19 y la documentación necesaria para pasar tiempo allí, incluso con la ayuda de un agente de viajes experimentado. Esto es especialmente cierto para clientes que esperan visitar más de un país antes de volver a casa.
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Eso ha dejado a algunos viajeros que regresan a su país lidiando con precios elevados, y no siempre es culpa del proveedor de viajes.
Los operadores turísticos y los complejos turísticos están utilizando aviones, barcos y automóviles para transportar pruebas a los laboratorios dentro de los plazos requeridos. Se trata de un abordaje que busca emplear cualquier medio posible para acatar reglas que no siempre son tan simples como aparentan. A veces, ello aún no es suficiente para que tenga sentido financiero para clientes internacionales, habitualmente en regiones donde tener ese tipo de clientes es muy necesario.
Impacto del precio
Las pruebas rápidas de antígenos también son difíciles de conseguir en muchos países (especialmente en lugares con acceso limitado a la atención médica), lo que deja a los viajeros sin otra opción que las pruebas de PCR, más costosas y que requieren más tiempo.
Para sus seis refugios y campamentos en Tanzania, el operador de safaris ecológicos de lujo Singita ha tenido que transportar a realizadores de pruebas de Covid-19 acreditados por el gobierno de un lado a otro en aviones y vehículos para recoger hisopados nasales que se entregan en Dar es Saalam, a más de 500 millas (800km) de distancia. Al principio, esto le costaba a la empresa US$500 por prueba, un precio que se transfiere a los consumidores. Últimamente, Singita ha conseguido reducirlo a US$300, gracias a la apertura de un laboratorio de pruebas de Covid-19 en Arusha, 375 millas (600km) más cerca del Parque Nacional del Serengeti, y a la cuidadosa coordinación de los vuelos que transportan tanto a los examinadores como a los pasajeros que llegan o salen.
Debido al tiempo que se tarda en llevar las pruebas al laboratorio y viceversa, los alojamientos de Tanzania tuvieron que imponer una estadía mínima de tres noches, a razón de unos US$2.500 por persona y noche. Normalmente, los clientes se quedaban dos noches y seguían adelante.
“Fue bastante complicado, y de hecho tuvimos que dedicar a dos personas a tiempo completo a la planificación logística del PCR”, dice Jo Bailes, director de operaciones de la empresa. “Costó muchas horas de trabajo a la empresa”.
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Otro lugar complicado para la empresa es el Parque Nacional Kruger, donde opera dos campamentos en Sudáfrica, cerca de la frontera con Mozambique. Allí, Singita cobra al rededor de US$262 por prueba para ayudar a cubrir los costos de un conductor que hace una vuelta de cuatro horas para llevar las muestras a un laboratorio.
“Tenemos huéspedes que se registran en diferentes días, y ahora hay que enviar a alguien de ida y vuelta cada dos días para llevar la muestra al laboratorio”, dice Bailes. “Si lo sumas a lo largo de seis meses, puedes imaginar que es un costo exorbitante e imprevisto”. Como resultado, la empresa está ayudando a pagar la factura de la construcción de un nuevo laboratorio cerca de sus propiedades, que será utilizado tanto por los lugareños como por los huéspedes.
Los huéspedes podrían sufragar los costos llevando kits de pruebas caseras. Los viajeros estadounidenses, por ejemplo, podrían utilizar la prueba casera BinaxNOW Covid-19 Ag Card 2, autorizada para uso de emergencia por la FDA, que se vende a US$150 por paquete de seis pruebas, o la prueba casera Ellume Covid-19, cuyo precio es de US$45 por prueba.
No todas las pruebas realizadas por esas empresas están aprobadas por la FDA, y hay mucha letra pequeña sobre cómo utilizar las que sí lo están. En particular, deben incluir una videollamada de telesalud (alguien que observe la prueba) que requiere al menos una buena conexión a Internet (Eso puede ser un desafío en un safari, por ejemplo). También hay que realizar trabajo de campo, ya que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC por sus siglas en inglés) exigen que cualquier prueba “esté autorizada para su uso por la autoridad nacional competente” en el país en el que se vaya a realizar. Tampoco hay garantía de que los gobiernos locales las acepten para entrar o seguir viajando, por lo que tienen el potencial de ser útiles como pruebas para volver a entrar a EE.UU., a menos que tengas mucha suerte.
Esta es la razón por la que, incluso aquellos que se ocupan de una logística más sencilla han descubierto que los costos de las pruebas de PCR resultan inasequibles para algunos viajeros. Por ejemplo, Deborah Gellis, también asesora de viajes de Embark. Una pareja con la que trabaja estaba planeando unas vacaciones en el sur de África que, de la misma manera, se conectan con Sudáfrica, Zambia, Botsuana y las Seychelles en un lapso de aproximadamente dos semanas.
“Tienen el corazón puesto en quedarse en todos estos lugares, ya que están cerca el uno del otro”, explica Gellis, y añade que la pareja espera tener un bebé en el próximo año y, como ella dice: “¿Quién sabe cuándo volverán?”. Pero cada vez que la pareja cruce una frontera nacional necesitará nuevas pruebas de PCR, que oscilan entre US$175 y US$340 por persona, un costo que supera los US$2.000 durante el transcurso del viaje. Gellis dice que están considerando la posibilidad de abandonar todo su plan, una prueba de que para los alojamientos de su itinerario existen muchas barreras para la recuperación económica.
Quién paga qué
Algunas empresas están dispuestas a absorber el costo de las pruebas de Covid-19 como medio de volver a hacer negocios rápidamente.
En las Maldivas, los complejos turísticos Soneva Jani y Velaa Private Island unieron fuerzas el año pasado para abrir un centro de pruebas de Covid-19 en el aeropuerto de Maafaru en Noonu Atoll; abierto tanto a los huéspedes como a la población local, se construyó en 30 días. La inversión incluyó una máquina Roche Lifecycle 96, que se vende por alrededor de US$41.000 y puede procesar hasta 700 pruebas al día, así como los sueldos del personal del hospital cercano ADK para operar el laboratorio.
En el alojamiento Soneva (donde los bungalows sobre el agua con sus propios toboganes y techos retráctiles pueden costar más de US$4.000 por noche) un miembro del equipo médico del complejo visita las villas de los huéspedes para realizar hisopados nasales y pruebas de garganta. Éstos se envían en lancha rápida al laboratorio cercano para su análisis. “En Soneva ofrecemos pruebas gratuitas como parte de nuestro compromiso de ofrecer un entorno seguro a todos nuestros huéspedes y personal”, afirma Sonu Shivdasani, fundador y director ejecutivo de la empresa turística.
Las compañías de cruceros han considerado un enfoque similar, dada su propensión a estar lejos de laboratorios. La única que se ha comprometido hasta ahora es Viking Ocean Cruises, que ha invertido en la construcción de laboratorios a gran escala con tres técnicos en cada uno de sus seis barcos de alta mar, que actualmente navegan por lugares como Islandia y Croacia.
“Gastamos tanto en pruebas de PCR como en combustible: entre US$15 y US$20 por persona por día”, dice Torstein Hagen, presidente de la empresa. “Es mucho dinero. Muchos millones”. En el lado positivo, dice que la inversión le permitió volver al negocio más rápido y en mayor medida que todos sus competidores, algunos de los cuales acaban de reiniciar su actividad, varios meses después de las primeras salidas de Viking en la era de la pandemia.
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No todos los costos de las pruebas remotas están fuera de alcance. En la Amazonia peruana, los pasajeros del barco Aqua Nera de Aqua Expeditions, de 20 personas y dotado de todas las suites, pagan sólo entre US$30 y US$40 por las pruebas rápidas de antígenos realizadas por el personal médico que sube a bordo el día de la salida en Iquitos y entrega los resultados en cuestión de minutos. (Las mismas pruebas pueden administrarse también al final de los viajes, para el regreso a EE.UU. o a otros países). Y para sus huéspedes en Machu Picchu, la empresa turística Intrepid Travel trabaja con laboratorios en las grandes ciudades de Lima y Cuzco, con tarifas máximas de US$100 por prueba.
La variabilidad de los precios es lo suficientemente amplia como para que la Asociación Internacional de Transporte Aéreo pidiera en julio a los gobiernos que actuaran sobre el aumento de precios para las pruebas, citando una encuesta propia en la que el 70% de los encuestados calificaba el costo de las pruebas como “una barrera significativa para viajar.” Según el Departamento de Estado de EE.UU., las pruebas de antígeno y PCR en Finlandia cuestan entre US$234 y US$352. En Suecia, una prueba puede costar entre US$60 y US$360. Y en Reino Unido, las pruebas rondan los US$100, pero pueden llegar a costar US$575, lo que supone que los ciudadanos tengan que hacerse tres pruebas en cada viaje de ida y vuelta al extranjero, especialmente si viajan con la familia.
La ironía es evidente. Hasta que no se ajusten los costos y la disponibilidad de pruebas, lo mismo que ayude a garantizar la seguridad en la era de la pandemia, resultará un impedimento importante para la economía de los viajes, que asciende a US$9 billones.
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