Bloomberg Opinión — ¿Hasta qué punto la gente está reevaluando sus carreras, y qué quieren del trabajo en estos días? Las respuestas a estas preguntas podrían tener un profundo impacto en la recuperación del mercado laboral. Si los trabajadores cambian repentinamente su comportamiento, por ejemplo, permaneciendo más tiempo fuera de la fuerza laboral o renunciando a sus puestos de trabajo en pos de un tipo de empleo no tradicional, el rebote podría ser diferente de lo que esperamos.
Aunque todavía no sabemos cómo se desarrollará, lo que sí sabemos con certeza es que los trabajadores tienen muchas más opciones de las que han tenido en mucho tiempo, lo que les está dando la libertad de actuar de una forma que quizá no hubieran podido hacer en el pasado.
Hay razones para ser un poco escépticos cuando oímos que la gente, sobre todo los más jóvenes, van a reimaginar algo tan fundamental como el empleo a raíz de una crisis económica. Hubo ideas similares tras la recesión de 2008 que no se sostuvieron en la realidad.
¿Recuerdan el funemployment? Era un término que algunos jóvenes utilizaban para describir la nueva libertad y las oportunidades que tenían para revalorizar sus vidas después de haberse quedado sin trabajo por la recesión. Google Trends sugiere que la tendencia alcanzó su punto máximo en 2010.
El descenso de las ventas de automóviles y viviendas nuevas, combinado con el auge de servicios como Uber, Lyft y Airbnb, hizo pensar que en el futuro la gente estaría menos apegada a la compra de cosas, y los millennials, en particular, abrazaron la economía colaborativa. En retrospectiva, gran parte de esa época fue el producto de una sociedad que hacía lo que podía durante un difícil período postrecesión, más que el comienzo de un verdadero cambio en las preferencias.
Así que hay algo familiar en los actuales llamados para vivir de otra manera, sobre todo mientras muchas oficinas siguen cerradas y algunos tipos de actividades presenciales siguen en un estado alterado por la pandemia. La parte nueva es el número de ofertas de trabajo que están dando a los trabajadores muchas más opciones de las que tenían en el pasado. Como porcentaje del número de personas empleadas, el nivel de ofertas de empleo es un 50% mayor que antes de la pandemia, y el doble que antes de la recesión de 2008.
E incluso eso podría subestimar las oportunidades que tienen los trabajadores, teniendo en cuenta dónde y cómo se pueden hacer los trabajos ahora. En 2005, ciertos tipos de trabajadores del sector financiero habrían tenido que trabajar en una oficina de Manhattan, y ciertos tipos de trabajadores de la industria de la tecnología habrían tenido que estar en San Francisco o Palo Alto. Pero esos trabajos se distribuyen cada vez más por todo el país, y muchos de ellos pueden realizarse a distancia o acudiendo a la oficina sólo de forma semiregular.
Un joven que perdió su empleo a finales de la década de 2000 puede haber disfrutado de una breve temporada de funemployment que le llevó a reevaluar su relación con el trabajo. Sin embargo, evetualmente necesitaron dinero, lo que implicó conseguir un trabajo, que, en muchos casos, significaba mudarse lo suficientemente cerca como para desplazarse al distrito central de negocios de una gran área metropolitana. Lo que ha cambiado en 2021 es que si los trabajadores sienten impulsos similares para cambiar las cosas, hay suficientes opciones disponibles para permitirles tomar una decisión diferente a la que podrían haber tomado hace una década.
Parece que esta ventana de oportunidad va a persistir durante un tiempo. El mercado laboral debería seguir fortaleciéndose, aumentando aún más el número de opciones y la influencia que tienen los trabajadores. Dado que la variante delta empuja la reapertura de las oficinas y las reuniones en persona hacia enero, ¿Quién puede decir que no se producirá un retraso adicional hasta marzo (dentro de medio año) si aumenta la preocupación por una oleada de infecciones durante el invierno?
Hace tiempo que debimos haber hecho una evaluación societal del trabajo, ya que la tecnología ha desdibujado los límites entre la oficina y el hogar, y los cambios en las normas culturales significan que en la mayoría de los hogares con personas dependientes no hay roles definidos sobre quién trabaja por dinero y quién cuida de los niños u otros familiares. Lo que frenaba el cambio era la inercia del lugar de trabajo y un mercado laboral en el que los trabajadores carecían de poder de negociación para actuar. Eso ya no es así, y son las empresas las que tienen que averiguar cómo adaptarse a lo que los trabajadores se sienten ahora atraidos a hacer.