Buenos Aires — Fusarium Venenatum no es una palabra mágica sacada de un libro de Harry Potter, aunque tiene poderes que la biología y la tecnología comenzaron a desandar hace tan solo algunas décadas.
En 1967, en la ciudad británica de Buckinghamshire, se tuvo noticias por primera vez de este hongo cuya cualidad principal es ser una gran fuente de proteínas.
Horacio Acerbo era sociólogo cuando se topó con él, al mismo tiempo que daba vueltas en su cabeza una preocupación: Los chicos de entre uno y cinco años no comen suficiente proteína, lo que impide un buen desarrollo del cerebro. “Perdieron el partido antes de entrar”, dice enfáticamente.
A partir de allí, dejó atrás 15 años trabajando en tecnología, marketing y como sociólogo para meterse de lleno en el proyecto de descentralizar la fabricación de proteínas a través de la producción biomasa en base al Fusarium Venenatum, llevándola a la producción de alimentos.
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En 2018, comenzó con Kernel Mycofoods y trajo el hongo a la Argentina para comenzar con su multiplicación y la producción de proteínas sostenibles que masifiquen el acceso a alimentos de alta calidad.
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Según explican desde la empresa, el proyecto fue un spinoff de Enye Tech, una agencia multidisciplinaria multipremiada dirigida por Acerbo, actual CEO de Kernel Mycofoods.
Así a través de inteligencia artificial y una visión informatizada, pueden analizar las cilfas del hongo, segmentando semánticamente a qué velocidad crecieron y de qué nutrió. “Podemos hacer 20.000 experimentos por día, algo imposible de hacer por un equipo humano”, cuenta Acerbo.
De esa manera, se genera la biomasa, y a partir de allí se crea “una paleta de biomasas” para hacer alimentos que se asemejan a productos cárnicos, lácteos, etc. La biomasa es un producto muy maleable y los hongos se reproducen cada cinco horas. La idea de Kernel es domesticar a estos hongos, como alguna vez lo hizo el hombre con las vacas.
Desde Danone a la NASA
Tyson Foods y Danone fueron algunas de las primeras interesadas en utilizar esa biomasa, la cual no es tan fácil de adquirir dado que se trata de un nicho chico de empresas que se dedican a ellos.
“El hongo genera microproteínas de altísimo valor biológico con todos los aminoácidos esenciales, fibras, etc”, explica Acerbo.
Pero no solo las alimenticias posaron su mirada sobre ellos. El 1° de octubre una partida de productos arribará al Human Spaceflight Laboratory de la Universidad de North Dakota, donde la NASA patrocina una misión análoga que simula la estadía en Marte. Esta será una de las tantas aplicaciones espaciales que investigará el organismo. Concretamente, Kernel le va a dar de comer a los astronautas muestras de hamburguesas y nuggets elaboradas con el hongo.
Las fuentes de alimentos sabrosos y ricos en proteínas en el largo plazo han sido identificados como uno de los principales desafíos que deben superar las agencias espaciales para una misión tripulada a Marte, ya que se espera que duren no menos de dos años.
Con los pies en la tierra
En este momento los mayores volúmenes de producción de Kernel son de exportación, pero en cantidad de clientes, tienen más pedidos de empresas en Argentina y la región. Entre los principales destinos en el exterior se encuentra tanto el mercado europeo, como Singapur y potencialmente Canadá.
Aunque cuenta con un laboratorio propio en la Argentina, también trabajan con el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), con quienes hicieron los primeros ensayos y armaron las primeras muestras. Más tarde se sumó el finlandés VTT, el mejor instituto de biología que existe, en sus propias palabras. “Nos da mucha solidez científica”, asiente.
Hoy, la foodtech -integrada por 18 personas y distribuida en Buenos Aires, Londres y Málaga- posee preventas por US$253 millones, teniendo en cuenta que el comienzo de la producción a escala será en enero de 2022, a partir de cuando se producirán entre 200 y 300 toneladas por mes. Asimismo, tienen el objetivo de llegar a las 10.000 toneladas en julio del año que viene, para abastecer la demanda de los fabricantes de alimentos locales e internacionales.
Potencial de facturación: US$50 millones
“Muchos de los fabricantes de alimentos están dispuestos a pagar un premium para ofrecer una proteína más sustentable y con un perfil de nutrición mejor al de la soja o arveja. Si se alcanzan los objetivos de producción, se espera una facturación de cerca de US$50.000.000 anuales, duplicándose para 2025″, sostienen desde la empresa.
Las proyecciones son muy optimistas, dado que en el mundo solo existen dos compañías aparte de Kernel Mycofoods –una inglesa y otra sueca– que se dedican a este tipo de producción.
“Nuestra mirada fue descentrealizador: no queríamos hacer grandes biorreactores”, dicen desde la compañía, que actualmente está avanzando con una ronda de inversión con Kamay Ventures, el fondo creado por Coca Cola Latam y Arcor para impulsar proyectos de innovación.
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A su vez, Kernel es semifinalista en la competencia “XPRIZE Feed the Next Billion”, donde podría obtener un premio de US$15 millones.
Su mirada está puesta en la biomasa, y en poder proveerle a la industria alimenticia, pero por ahora tener producir alimentos para el consumidor final no está en su mira. “Hay muchas empresas con mucho trabajo de marketing, como para ponernos a pelear ese mercado. Estamos en el detrás. Nosotros producimos una fábrica de campos y vacas”, dice Acerbo.
“Sobre todo teniendo en cuenta que dentro de algunos años la crisis alimentaria en el mundo necesitará de este tipo de productos”, concluye.
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