Bloomberg — Estados Unidos finalizó su presencia militar en Afganistán tras partir el último vuelo desde Kabul, poniendo punto final a dos décadas de involucramiento del país allí.
“Estoy aquí para anunciar la concreción de nuestra salida de Afganistán y el fin de la misión militar de evacuación de ciudadanos estadounidenses, nacionales de terceros países y afganos vulnerables”, dijo el general Kenneth McKenzie, líder del Mando Central de Estados Unidos. “El último avión tripulado está ahora dejando el espacio aéreo de Afganistán”.
La guerra más larga de EE.UU. terminó con una apresurada salida de 100.000 personas desde el 14 de agosto tras el avance del Talibán sobre Kabul y la muerte de 13 estadounidenses en servicio como consecuencia de un ataque suicida fuera del aeropuerto la semana pasada.
Esas muertes siguieron las de alrededor de 2.400 estadounidenses y decenas de miles de afganos, además de un gasto de US$1 billón desde el comienzo del conflicto.
McKenzie dijo que algunos estadounidenses (”pocos centenares”) que querían salir no pudieron llegar al aeropuerto a tiempo para que los militares los transportaran. Ningún ciudadano estadounidense fue evacuado en los últimos cinco vuelos. El hecho de dejar atrás a los estadounidenses seguramente provocará críticas a la administración de Biden por parte de legisladores de ambos partidos.
McKenzie dijo que una rama del Estado Islámico a la que se atribuye el atentado del aeropuerto de la semana pasada estuvo trabajando hasta las últimas horas de la presencia estadounidense para lanzar más ataques. Pero el principal general estadounidense para Medio Oriente dijo que un ataque de represalia de Estados Unidos el domingo contra el grupo, conocido como ISIS-K, desbarató sus planes y se convertirá ahora en el problema del Taliban. “Creo que tendrán el plato lleno con ISIS-K”, dijo McKenzie.
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La guerra se ha prolongado tanto que una gran parte de la población afgana ha vivido toda su vida con su nación en guerra, mientras que las tropas estadounidenses que murieron la semana pasada eran en su mayoría niños cuando se derrumbaron las Torres Gemelas de Nueva York.
La salida de las fuerzas extranjeras deja enormes interrogantes para uno de los países más pobres y devastados por la guerra del mundo. El Talibán ha entablado conversaciones con funcionarios de gobiernos anteriores en su intento de consolidar su poder y ampliar su base de apoyo público. Pero el acceso del grupo a unos US$9.500 millones en activos del banco central sigue congelado por Estados Unidos, y el Banco Mundial ha suspendido proyectos por miles de millones de dólares en la nación.
Tal vez para intentar conseguir apoyo extranjero, El Talibán ha prometido un enfoque más moderado para gobernar que cuando lo hizo a finales de la década de 1990 y fue condenado por la comunidad internacional por su trato a las mujeres y por otras violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, la ONU ya ha citado informes preocupantes sobre violaciones a derechos humanos procedentes de Afganistán, y las agencias alimentarias mundiales han advertido de la posibilidad de una escasez generalizada de productos básicos.
Aunque el Talibán fue rápidamente expulsado del poder a finales de 2001 tras negarse a extraditar a Bin Laden, pasaron años en reconstrucción en zonas remotas del país, a pesar de la presencia de tropas estadounidenses, que llegó a ascender a 100.000 durante la administración Obama.
La ofensiva del Talibán cobró impulso después de que la administración Trump anunciara el año pasado que había llegado a un acuerdo con el grupo para retirar las fuerzas estadounidenses antes de mayo de este año. El acuerdo, realizado con escasa participación del gobierno afgano, pedía poco a los militantes talibanes, aparte de exigirles que no atacaran a los soldados estadounidenses.
Biden, que asumió su cargo en enero, decidió mantener el acuerdo a nivel general, retrasando el plazo hasta septiembre, en un principio, y luego hasta agosto. Pero Estados Unidos y sus aliados esperaban que el gobierno del presidente Ashraf Ghani sobreviviera a su salida.
Esa suposición se desmoronó este mes cuando las fuerzas talibanes arrasaron las capitales de provincia en semanas, llegando a Kabul a medida que las fuerzas de defensa afganas, en las que Estados Unidos gastó más de US$80.000 millones en entrenar, se derrumbaron.
Estados Unidos puso en marcha un proceso de evacuación masiva a finales de julio, comenzando con las salidas de los solicitantes de visados especiales para inmigrantes, un programa promulgado en 2006 para proteger y recompensar a los afganos que ayudaban a las fuerzas estadounidenses.
Desde finales del mes pasado, Estados Unidos ha trasladado a más de 123.000 personas fuera de Afganistán, según informó el lunes la Casa Blanca, entre ellas 5.400 estadounidenses. Sin embargo, defensores de los derechos humanos afirman que hay cientos de miles de afganos que podrían estar bajo la amenaza de los talibanes después de que Estados Unidos se marche debido a su papel en la misión militar.
Estados Unidos dice que seguirá ayudando a los ciudadanos a salir de Afganistán incluso cuando las fuerzas militares se hayan ido, pero no está claro cómo podrá llevar a cabo esto la administración de Biden. El enviado estadounidense Ross Wilson fue uno de los últimos estadounidenses en abandonar el país, y puede pasar mucho tiempo antes de que los diplomáticos del país regresen.