Bloomberg — La petrolera estatal de México ha tenido un verano difícil. Primero, Petróleos Mexicanos tuvo que apagar un incendio inducido por gas que literalmente prendió fuego a las aguas del Golfo.
Entonces sus ya tambaleantes bonos fueron degradados aún más abajo dentro del territorio de deuda de grado especulativo por Moody’s Investor Service, que citó el creciente riesgo comercial de la compañía mientras esta lucha bajo una montaña de deuda de US$115.000 millones, la más alta entre las grandes petroleras del mundo.
Finalmente, el domingo, Pemex sufrió uno de los peores accidentes de plataformas marinas del año, lo que provocó cinco muertes y redujo la producción en una cuarta parte.
La letanía de eventos ha puesto el historial ESG (ambiental, social y de gobernanza corporativa) de Pemex bajo escrutinio durante un año que ya era complicado para el sector petrolero, que ha enfrentado demandas, multas y rechazo de los accionistas por no moverse lo suficientemente rápido para cumplir con los objetivos ambientales.
El mes pasado, Pemex anunció que comenzaría a informar sobre sus emisiones de carbono equivalentes trimestralmente debido a las solicitudes de los inversionistas de divulgar datos ESG, pero no explicó por qué las emisiones de gases de efecto invernadero habían aumentado en dos dígitos entre abril y junio, en comparación con el mismo período del año anterior. Después de dos explosiones consecutivas de plataformas costa afuera, los inversionistas y analistas no están convencidos de que Pemex esté haciendo lo suficiente para abordar los problemas climáticos y de seguridad.
“Se necesitará más que una diapositiva de power point en su presentación trimestral para decir que están manejando los factores ESG”, dijo John Padilla, director gerente de la consultora de energía IPD Latin America.
La empresa se encuentra bajo una enorme presión después de aproximadamente una década y media de disminución de la producción y aumento de la deuda. Combinadas, estas tendencias negativas han reducido la capacidad de Pemex para invertir en nuevos campos.
Para salir del estatus de deuda de grado especulativo, tendrá que equilibrar las demandas ambientales de los tenedores de bonos extranjeros y al mismo tiempo expandir su producción de combustibles fósiles para apoyar la economía mexicana. A diferencia de sus pares internacionales de propiedad privada, las petroleras nacionales están comprometidas con sus Gobiernos y su mandato principal es generar ingresos para las arcas estatales, lo que les deja poca flexibilidad para reducir su huella de carbono.
Pemex bombeó casi un 40% más de contaminantes peligrosos a la atmósfera durante el segundo trimestre del año, al tiempo que los equipos de exploración quemaron el exceso de gas natural y las instalaciones se cerraron temporalmente por reparaciones. También está produciendo más fuel oil altamente contaminante en sus refinerías porque carecen de la tecnología para extraer combustibles más limpios del proceso de conversión de petróleo a productos refinados.
Ambientalistas y activistas han criticado duramente a Pemex por el incendio mortal del domingo en la plataforma E-Ku-A2 en el golfo de México.
“Desafortunadamente, este tipo de incidentes no son una excepción. Son frecuentes y tienen graves impactos en los trabajadores del sector, en las comunidades que viven cerca de los proyectos energéticos terrestres y los ecosistemas donde se ubican”, dijo Pablo Ramírez, especialista en energía y clima de Greenpeace en México.
“Es urgente actuar con apego a la ciencia, pero sobre todo con apego a la justicia y avanzar hacia un modelo energético climáticamente sostenible y socialmente justo”.
Incluso antes de las explosiones, el historial de accidentes de Pemex había atraído críticas internacionales, particularmente después de que anunció en mayo sus planes de comprar la refinería Deer Park en Texas a Royal Dutch Shell PLC.
Aproximadamente un mes después, el representante de Estados Unidos Brian Babin publicó una carta al Comité de Inversión Extranjera en EE.UU. oponiéndose al acuerdo porque afirmó que Pemex no tenía un historial de operaciones de refinerías de acuerdo con los estándares internacionales.
Pemex reportó que, entre abril y junio, 32 de sus trabajadores, o el equivalente a uno de cada 4.000 empleados aproximadamente, sufrieron lesiones, incluyendo 13 en su brazo de refinación, ocho en exploración y producción de petróleo y gas, ocho en su división corporativa y tres en su filial logística. La empresa también cuenta con una de las tasas de covid-19 más altas del mundo, llegando a casi 600 empleados hasta el martes por la noche.
“El patrón de sobrecargar y empujar demasiado petróleo pesado a través de las refinerías de Pemex seguido de un accidente mayor, se ha convertido en algo común”, señaló Padilla. “Estos accidentes cada vez más rutinarios han provocado la liberación masiva de gases de efecto invernadero al medio ambiente”.
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