Para salvar el clima de la Tierra hay que mapear los océanos

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Bloomberg Opinión — Hace treinta años tuve el privilegio de ver las profundidades del océano de cerca. Para mi investigación de doctorado, descendí 1,5 millas (2.4 km) en el sumergible Alvin sobre el dorsal del Pacífico Oriental, al suroeste de Acapulco. Más allá de echar luz sobre el proceso oceanográfico que estaba estudiando (la conexión entre las placas tectónicas, las erupciones volcánicas y los respiraderos de aguas profundas), ese lugar me abrió los ojos a una verdad más amplia: los seres humanos están en gran medida ciegos a esta enorme y viva parte del mundo, que ocupa más de dos tercios de la Tierra.

Vale la pena repetir que los científicos saben más de Marte, Venus y la cara oculta de la Luna que de lo que saben sobre las profundidades oceánicas de la Tierra. Hasta la fecha, se ha cartografiado menos del 20% del suelo oceánico, el 13% en solo los últimos cuatro años. Pero con el apoyo adecuado, los científicos podrían mapearlo todo para 2030. Es una tarea esencial, pero va a requerir esfuerzo, apoyo público y financiación gubernamental. Este proyecto sólo puede llevarse a cabo mediante la cooperación mundial.

Sin embargo, la recompensa sería enorme para áreas que van desde la navegación hasta la modelización climática. Una imagen clara de la topografía del fondo del océano permitiría una ubicación óptima de los cables submarinos y las turbinas eólicas en alta mar. Mostraría dónde se puede pescar en aguas profundas de forma segura y dónde no. Con una comprensión tridimensional del volumen del océano, los meteorólogos podrían comprender mejor cómo se desplazan los tifones y los tsunamis y cómo se intensifican al cruzar el océano, llevando las mareas de tempestad a la costa, y los científicos del clima podrían medir con más precisión la circulación del calor en el océano y así construir mejores modelos del cambio climático.

El cambio climático es la razón más básica y urgente para cartografiar el océano lo antes posible. Los océanos saludables desempeñan un papel muy importante en la minimización del cambio climático, ya que capturan las emisiones de carbono. Pero esta capacidad tiene límites. El exceso de carbono acidifica las aguas del océano, dificultando la vida de los arrecifes de coral y los mariscos (ostras, mejillones, caracoles, almejas). También disminuye el contenido de oxígeno del agua, perjudicando la capacidad de respiración de toda la vida marina. Las prácticas humanas que perturban los fondos marinos (principalmente la pesca de arrastre) empeoran la situación al liberar carbono del fondo marino. Si se permite que la minería en aguas profundas continúe sin ser gestionada, tendría un efecto similar y perturbaría aún más los ecosistemas submarinos.

Para medir el progreso del cambio climático y estudiar los procesos oceánicos y las actividades humanas que los afectan, resulta esencial armar una imagen detallada del mundo submarino.

Los científicos tienen la tecnología para hacer el trabajo. Los sonares actuales son lo suficientemente sensibles como para mapear las características del agua del océano sobre el fondo marino, incluida la acción de las olas, los bancos de peces y los cambios en los arrecifes de coral que pueden indicar niveles de oxígeno marino. La tecnología del sistema de información geográfica que yo y otros usamos puede analizar datos de una variedad de fuentes, incluidos sonar, satélites, naves sumergibles y cámaras submarinas, y permiten armar una imagen tridimensional del mundo submarino y estudiar la mejor manera de administrarlo y protegerlo.

La iniciativa Seabed 2030, un esfuerzo aprobado por las Naciones Unidas y apoyado por la Nippon Foundation para cartografiar los fondos del océano, ha recopilado datos batimétricos (de profundidad) de gobiernos y otros propietarios de datos. Los sensores transportados a bordo de cruceros transoceánicos y buques de carga han recopilado más datos. Y se han usado robots para estudiar el fondo del océano, de forma similar a como se han utilizado los robots para cartografiar la superficie de Marte y otros planetas.

Sin embargo, para terminar el trabajo a su debido tiempo, la iniciativa requerirá un compromiso extendido y más fondos. Los socios del sector privado están contribuyendo, incluida Vulcan, una empresa filantrópica fundada por el fallecido Paul Allen de Microsoft, y el Schmidt Ocean Institute, lanzado por Wendy Schmidt y Eric Schmidt de Google. Pero la cantidad de trabajo por delante requiere el tipo de financiación que solo los gobiernos pueden proporcionar.

Larry Mayer, director del Centro de Cartografía Costera y Oceánica de la Universidad de New Hampshire, ha calculado que se necesitarán entre US$3.000 millones y US$5.000 millones para terminar este trabajo. Puede parecer un precio elevado, pero no tanto si lo comparamos con los gastos de exploración y viajes espaciales (la NASA gastó casi US$3.000 millones en el rover Perseverence para Marte). Todas las principales potencias científicas marítimas del mundo, incluidos EE.UU., Reino Unido, Francia, Alemania y China, deben contribuir.

El cambio climático, tan vívidamente ilustrado por este verano de incendios e inundaciones en tierra y documentado por el nuevo informe de el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), ha aumentado la urgencia de ver todo el océano en detalle. El trabajo puede estar hecho para finales de esta década si los países aceptan el reto.