La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) advirtió en su informe más reciente que la región corría el riesgo de encaminarse hacia una década perdida de no tomarse las medidas para encauzar la reactivación económica. Un panorama similar ve la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que ha alertado que no solo la recuperación del mercado laboral ha ido de la mano de empleos de baja calidad, sino también que solo en 2024 se volverán a ver las cifras que se observaban en 2019.
Según los cálculos del organismo, se prevé que el próximo año haya 205 millones de desempleados en el mundo, por encima de los 187 millones que existían antes de la pandemia. Además, estima que el año pasado se perdieron 26 millones de empleos en América Latina por la crisis del covid-19.
En una entrevista con Bloomberg Línea, Vinícius Carvalho, director regional de la OIT para América Latina y el Caribe, dijo que ha habido un “impacto desproporcionado” en la región y llamó la atención en el hecho de que la informalidad sea la que esté impulsando la creación de nuevos empleos.
Esta entrevista fue editada por motivos de extensión y claridad.
Bloomberg Línea: ¿Cuál es el diagnóstico que han hecho sobre el impacto de la pandemia en el mercado laboral en América Latina y el Caribe?
Vinícius Carvalho Pinheiro: La región ha sido la más golpeada del mundo, no solo en términos sanitarios sino también de empleo. Hemos perdido 26 millones de puestos de trabajo. Hay una expectativa muy, muy grande de regreso al mercado laboral de una población principalmente femenina, también de jóvenes, que fueron los sectores más golpeados por la pandemia, y que va a tomar tiempo. Por un lado, se espera que en términos de crecimiento económico, en ninguna medida este año, pero a partir del próximo, entraríamos a los niveles de actividad económica anteriores a la pandemia. En materia de empleo esto puede tardar hasta 2024, porque la recuperación es más lenta.
Hay señales de que a partir del trimestre pasado, en la medida en que los países se iban reactivando, eso estaba impactando la actividad económica, especialmente, por cuenta de la demanda externa o por los commodities. Lo que vemos es que eso ha sido insuficiente para generar empleo. Hay señales de crecimiento económico, sí, pero los indicadores de materia laboral están mucho más lentos.
Entonces, hay una gran decepción con respecto a la recuperación en materia de empleo. Y eso, por supuesto, puede afectar también la estabilidad social, porque la gente tiene expectativas, después de tanto sufrimiento, de tantos tiempos difíciles que hemos vivido, de por lo menos regresar al trabajo.
¿Este impacto ha sido igual en toda la región o ha afectado más a unos países que a otros?
Este impacto desproporcionado que tuvimos en nuestra región tiene su fundamento en lo que llamamos las condiciones preliminares, estructurales, que teníamos. La verdad es que la región llega a enfrentar esta crisis enferma, porque tiene un tamaño, proporcionalmente, muy grande del sector informal, de la economía informal. Eso, por supuesto, ha sido un elemento que ha creado obstáculos en la implementación de políticas efectivas de la pandemia, porque es muy difícil pedirles que se queden en casa si la persona está viviendo con lo que hace en el día. Los países que tienen un sector informal más grande han sufrido más o han tenido más dificultades con la pandemia.
Una condición preexistente es la informalidad alta. Y cuanto más alta, más impacto. La otra son las brechas de cobertura, las capacidades de respuesta, lo que tenemos en la región hoy es que los sistemas de protección social llegan a 45%, a 50% de la población. Los países que tuvieron más capacidad de respuesta son justamente los países que tienen esquemas de protección social más amplios. Entonces, lo que vemos es que muchos se lamentan de no haber tenido una política más efectiva de protección social antes de la pandemia.
En el reporte de desempleo más reciente en Colombia, se mostraba que la recuperación del empleo iba de la mano de la informalidad. ¿Esto también está pasando en la región?
Exactamente ese es el efecto generalizado, es muy, muy preocupante, porque la verdad es que si queríamos construir una mejor normalidad después de la pandemia, estamos yendo en el camino contrario. Un ejemplo de esto son las plataformas de domicilios, que han sido un pilar en la generación de empleo.
No es posible que plataformas que operan con las tecnologías más modernas del siglo XXI, sigan reproduciendo funciones de trabajo con excesivas horas, faltas de protección. Así que esa es la realidad que estamos viviendo, cuando se esperaba que justamente hubiéramos aprendido que el hecho de que no haya protección social es algo que nos debilita. Entonces, es preocupante y es algo que los propios gobiernos tienen que tener en cuenta.
¿En esa respuesta, y hablando de estas nuevas plataformas, es necesario entonces legislar sobre estas nuevas formas de trabajo?
Por supuesto, la pandemia ha dejado varios frentes. Uno de ellos es precisamente este. Otro es el teletrabajo, que en muchos países ya también han avanzado en legislaciones. En términos de las plataformas no hay razón para que una persona que trabaja en una de ellas, tenga que tener un tratamiento diferenciado con respecto a un trabajador normal, que tenga cobertura de seguro social, que tenga un contrato de trabajo. Bueno, que sí pueda trabajar por horas, pero que tenga un sueldo mínimo.
Usted nos hablaba del impacto diferencial que hubo en las mujeres y en los jóvenes, ¿cuáles podrían ser esos programas que ayuden a la recuperación del empleo juvenil y femenino?
Eso ha sucedido, primero, porque entre los sectores más golpeados está el turismo, el sector de servicios en general, restaurantes y otros. Son sectores donde hay una soberrepresentación del empleo femenino y también del empleo juvenil. Con el teletrabajo, también lo que pasó fue que hubo una reorganización del trabajo a nivel de la familia y por el hecho de que, por ejemplo, las escuelas estén cerradas hay un recargo adicional que afectó a las madres.
Medidas específicas tienen que ver, primero, en el caso especial de mujeres, con la economía del cuidado, que posibiliten una liberación del tiempo. La otra tiene que ver con políticas más efectivas de protección del empleo femenino, porque en muchos casos todavía hay discriminación.
¿Aún afecta el hecho de que en las escuelas todavía no se hayan abierto en un 100%?
Estamos hablando de que alrededor de 12 millones de mujeres perdieron sus empleos en 2020. Muchas de ellas se quedaron atrapadas en su hogar. El hecho de que las escuelas no estén funcionando, por supuesto, tiene un impacto brutal sobre la inserción de la mujer en el trabajo.
Y acá no estamos hablando del impacto en la educación de los niños y niñas, que han perdido tiempo en términos de su formación. Hay también evidencia de que por el hecho de que la educación a distancia no sea posible en algunos rincones ya ocasionó una deserción muy grande. Hicimos una proyección con la Cepal de que cerca de 300.000 niños y niñas están bajo el riesgo de salir de la escuela e ingresar al trabajo infantil, lo que sería una tragedia.
En un de informe de la Cepal, se advertía que de no tomarse las medidas necesarias, la región iba camino a otra década perdida. ¿Coincide con ese diagnóstico?
Por supuesto. Desde luego, si se mantiene el ritmo de recuperación, estaríamos hablando de llegar a lo que teníamos en 2019 hasta 2024 o 2025. Entonces ya perdimos cinco años, por lo menos media década. Pero el hecho es que eso es una tendencia, no es que esté dado, porque eso también depende de cómo se reacciona.