En Venezuela, se ha vuelto tan común hacer fila en las estaciones de servicio, a veces durante días, que es difícil imaginar una vida sin esta rutina.
Pero al hablar con Tareck El Aissami, ministro de Petróleo, pareciera que algo mágico está a punto de suceder. En semanas, dijo en una entrevista, estas filas desaparecerán. Para fin de año, la producción de crudo se cuadriplicará desde un mínimo histórico. Y en el futuro previsible, la inversión extranjera afluirá y, Venezuela, orgulloso fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), volverá a figurar entre los cuatro mayores productores del mundo.
A lo largo de un desayuno y durante más de tres horas de conversación en su oficina en el centro de Caracas, El Aissami esbozó una visión tan optimista que pone a prueba toda credulidad.
Venezuela está sujeta a algunas de las sanciones económicas más duras. No tiene acceso a los mercados de capital o de productos básicos y está efectivamente excluida de las cadenas de suministro globales. Además, Estados Unidos no reconoce al líder de Venezuela, Nicolás Maduro, como presidente.
En ese contexto, El Aissami, una de las principales fichas de Maduro, planea un regreso milagroso. En su relato, va viento en popa, respaldado por una nueva ley de hidrocarburos en proceso y fuera del alcance de la intromisión estadounidense.
“Nos bloquearon, nos sancionaron, nos robaron todos nuestros bienes en el exterior”, dijo El Aissami, vestido con un traje azul veraniego y camisa rosa, una caja de puros cubanos Cohiba Siglo I cerca a su escritorio. “Sin fuentes de financiamiento, hemos logrado con inversión propia detener la caída, y luego comenzar gradualmente una recuperación”.
El Aissami, sancionado personalmente por el Tesoro de EE.UU. por acusaciones de tráfico de droga, confía en que todo quedará en el pasado porque se puede ganar mucho dinero con la reconstrucción de la industria petrolera venezolana. Anticipa que los productores estadounidenses regresarán rápidamente. Hay clientes que están listos para el crudo pesado de la faja del Orinoco del país en las refinerías de Texas y Luisiana, dice.
Si alguna vez se levantaran las sanciones estadounidenses y se permitiera a Venezuela vender petróleo nuevamente, sería una bonanza. Solo 1 millón de barriles por día valen unos US$20.000 millones al año a precios actuales.
En la década de 1990, Venezuela era un verdadero poder petrolero, con una producción en su punto máximo de aproximadamente 3,5 millones de barriles por día, solo superada por Arabia Saudita en la OPEP.
Aunque la producción ya había caído cuando Maduro sucedió a Hugo Chávez como presidente en 2013, comenzó a desplomarse una vez que EE.UU. impuso sanciones a la estatal Petróleos de Venezuela SA, o PDVSA, en 2017. La producción tocó fondo en unos 310.000 barriles en agosto de 2020, eliminando casi todos los ingresos por exportaciones del país.
Ahora, dijo El Aissami, está en más de 700.000 barriles, incluido algo de petróleo almacenado, y subirá a 1,5 millones para fin de año. Maduro repitió esta meta en una entrevista por separado con Bloomberg Television.
Al preguntarle sobre este objetivo, Francisco Monaldi, experto en la industria petrolera de Venezuela en Rice University, lo calificó de “imposible”.
“La producción puede llegar hasta los 600.000 barriles diarios si todo va bien y no se aumentan las sanciones”, dijo. “Incluso llegar a eso sería inverosímil a mediano plazo; la capacidad de producción viene cayendo desde 2014 y en Venezuela no han operado taladros petroleros durante un año”.
La historia es similar en las cuatro refinerías del país. Hace tan solo 18 meses estaban inactivas tras años de subinversión y negligencia. Venezuela tuvo que importar toda su gasolina, diésel, combustible para aviones y propano, principalmente de Rusia e Irán.
Algunas de esas decisiones datan de la era de Chávez, cuando Rafael Ramírez dirigía PDVSA. El Aissami fue inusualmente franco en su evaluación.
“Gran error, mala gerencia, mala práctica, falta de visión”, dijo. “Fueron decisiones erradas y las pagamos caro”.
Hoy en día, El Aissami asegura que el objetivo es que las refinerías produzcan el 100% de la demanda nacional de combustible para fines de junio, procesando alrededor de 500.000 barriles de crudo al día y poco después las filas en las estaciones de servicio “desaparecerán”.
A largo plazo, Venezuela tiene planes aún mayores. Una supuesta ley antibloqueo aprobada el año pasado creó nuevas protecciones para los inversionistas, ofreciendo a compañías petroleras asociaciones con el Estado.
Según El Aissami, de 46 años, el Gobierno gastará US$1.200 millones este año para reactivar la industria petrolera. Pero eso no es suficiente. Venezuela necesita capital para casi todo: perforación, recuperación de pozos marginales, labores en instalaciones de superficie, y Maduro dijo que no tiene planes de privatizar activos.
Qué tan alta podría llegar a ser la producción y cuánto costaría es un tema de debate. El Aissami dijo que es posible llegar a 6 millones de barriles por día, casi el doble de la producción máxima de Venezuela a mediados de la década de 2000.
En la entrevista de la semana pasada, Maduro dijo que la producción podría volver a 5 millones por día con aproximadamente US$30.000 millones de inversión. Monaldi, director del Programa Latinoamericano de Energía de Rice University en Houston, estima que se necesitarían múltiplos de dicha cantidad.
Reconstruir la confianza con las grandes petroleras del mundo será un desafío. Chávez impuso controles de precios, aumentó las regalías a los productores extranjeros y finalmente expropió activos.
ConocoPhillips ganó US$10.000 millones en arbitrajes, pero Venezuela nunca pagó y la compañía ha intentado obtener el control de los activos de PDVSA fuera del país. Exxon Mobil Corp. también busca activamente una indemnización.
Chevron Corp. es uno de los pocos que permanecieron en Venezuela y ha tenido que solicitar repetidamente exenciones de sanciones al Tesoro de EE.UU. solo para mantener la propiedad y pagar a proveedores.
Mientras tanto, es una lucha constante. Los expertos extranjeros que solían dirigir gran parte de la industria petrolera de Venezuela se fueron y las sanciones han obligado a PDVSA a volverse más autosuficiente.
El Aissami describió como la empresa, que alguna vez fue un cliente favorito de innumerables multinacionales, construyó una red de más de 500 proveedores nacionales con 100.000 empleados. Ahora crea sus propias piezas de repuesto con aleaciones metálicas de cosecha propia.
“Hemos aprendido a hacer algo con nada”, dijo. “PDVSA venía de ser una industria donde se dañaba cualquier equipo rotativo y tenía la posibilidad de levantar el teléfono y llamar a Siemens, General Electric o cualquier corporación, y le traían en 24 horas ese equipo rotativo. Hoy no tenemos eso, hoy nos toca a nosotros solos, con nuestra tecnología, con nuestros técnicos, recuperar esos equipos”.