Bloomberg — Teniendo en cuenta lo malo que se supone que es el estrés para nuestro cuerpo, este sigue siendo un concepto confuso. ¿Qué es peor para nuestra salud, tener demasiado trabajo o demasiado poco? ¿Tener demasiadas responsabilidades o estar aburrido? La pandemia de Covid provocó mucho estrés, incluso en las personas que nunca contrajeron el virus. No está claro hasta qué punto el aislamiento forzado, el miedo o la pérdida del trabajo perjudicaron nuestra salud.
Pero los científicos están empezando a identificar los tipos de estrés que nos perjudican físicamente estudiando a otras especies. No sólo a ratas de laboratorio, sino también a animales como las ballenas, las iguanas o los peces. Esa investigación ya ha generado cierta comprensión de los daños que les hemos causado mediante el cautiverio, la contaminación y el ruido submarino. También podría ayudarnos a comprender los daños que nos imponemos unos a otros.
Hace décadas, los científicos establecieron la cuestionable idea de que el estrés estaba asociado a las personalidades “tipo A”, es decir, a las personas que intentan hacer demasiado. Gran parte de la investigación fundacional fue financiada principalmente por la industria del tabaco. Dicha investigación se llevó a cabo en un momento, a mediados del siglo XX, en el que las enfermedades cardíacas aumentaban considerablemente en los Estados Unidos de forma paralela al aumento del consumo de tabaco.
La investigación financiada por la industria tabacalera propagaba el mensaje de que no era el tabaco lo que estaba matando a la gente, sino nuestro ajetreado estilo de vida “moderno” combinado con personalidades y comportamientos de tipo A. Pero ningún estudio fiable y repetible respaldó nunca una relación entre las enfermedades cardíacas y el comportamiento o las personalidades del tipo A.
Pero otros, a lo largo de los años, sospecharon que había algo valioso ahí que había que desentrañar. “Ha sido tan difícil definir el estrés que la gente ha hecho propuestas para que lo desechemos del de la ciencia”, dice Michael Romero, biólogo de la Universidad de Tufts. “Durante muchos años la gente se preguntaba qué es una respuesta relacionada al estrés... Es algo que el cuerpo inicia en respuesta a un estímulo nocivo llamado estresor”, dice. “¿Y qué es un estresor? Es algo que activa una respuesta al estrés”. Es una definición circular.
Romero dice que tuvo un destello de comprensión al principio de su carrera cuando viajó al Ártico, un lugar húmedo, frío y aparentemente estresante. Era estresante para él, pero no para los animales autóctonos. Estaban adaptados a vivir en ese entorno.
La noción actual equipara el estrés con condiciones ambientales más que con el comportamiento. Romero dice que el estrés no saludable en los animales proviene de eventos climáticos extremos como tormentas o inundaciones, cosas que van más allá de aquello a lo que están adaptados. Otras causas importantes de estrés son los depredadores, el hambre, las enfermedades infecciosas, los conflictos sociales y los cambios ambientales generados por el hombre, como la contaminación química y acústica.
Hace unos años estudió las iguanas marinas de las Galápagos. Un grupo de ellas sobrevivió a un terrible derrame de petróleo, pero las que tenían las hormonas del estrés más elevadas tenían más probabilidades de morir meses después. Otro estudio en peces demostró que los que vivían aguas abajo de un vertido minero mostraban cambios hormonales asociados al estrés.
En la que es su técnica favorita de investigación sobre el estrés, los científicos miden los niveles de hormonas del estrés en las ballenas francas orientales utilizando perros para olfatear las heces frescas de las ballenas, las cuales contienen hormonas del estrés (y flotan durante una hora después de ser creadas). Esos estudios revelaron que el ruido y las líneas de pesca crean estrés, pero que los niveles de estrés de las ballenas cayeron en picado en los días en que el tráfico de barcos disminuyó, temporalmente, después del 11 de septiembre.
Romero dice que las hormonas del estrés representan una compensación evolutiva. Pueden salvar la vida en caso de emergencia al canalizar la energía hacia una respuesta de lucha o huida.
La mayoría de las enfermedades relacionadas con el estrés parecen estar relacionadas con problemas de regulación de la hormona cortisol, dice, que es una sustancia antiinflamatoria. Esto puede ser beneficioso: pensemos en el fármaco más eficaz contra el covid-19 agudo, la dexametasona, que es un antiinflamatorio. Pero las sustancias antiinflamatorias también pueden suprimir el sistema inmunitario, por lo que un desequilibrio del cortisol a largo plazo puede hacer que un animal sea más vulnerable a los virus, las bacterias o los parásitos.
Y el estrés puede ayudar a los animales a dejar de ser fértiles en los momentos en los que la reproducción no es favorable. Por ejemplo, cuando hay poca comida. Esto también se ha documentado en los seres humanos. Las mujeres que han sobrevivido recientemente a hambrunas o han sido liberadas de campos de concentración tienen pocas probabilidades de quedarse embarazadas.
Existe una idea popular sobre “el lado bueno del estrés”, que es el título de una popular charla TED y un libro de una psicóloga que dijo que una vez se había equivocado al decir a sus pacientes que evitaran el estrés.
El problema con esa tesis es que si la fuente de estrés es algo que la gente puede evitar, entonces probablemente no sea el tipo de estrés que destruye la salud y que está matando a las ballenas e iguanas, y probablemente también a las personas.
La estimulación, el desafío y la emoción pueden ser algo con lo que los humanos estamos adaptados a vivir, igual que esas criaturas del Ártico están adaptadas al frío extremo. Como aprendí de la bióloga Lori Marino, la falta de desafíos también estresa y enferma a los mamíferos marinos cautivos. Cuando están en cautividad, dijo, la gente solía pensar que llevaban una vida “cómoda”, con abundante comida, seguridad y sin necesidad de trabajar más allá de actuar en espectáculos. Pero mueren mucho más a menudo de enfermedades infecciosas que sus congéneres salvajes, a pesar de que suelen vivir en agua limpia y filtrada.
Según ella, sufrían claramente desde el punto de vista psicológico. Se sabe que las orcas cautivas se golpean la cabeza contra las paredes y se rompen los dientes. “Se convierte en una situación en la que realmente no hay escapatoria... se aburren literalmente hasta la muerte”.
Aunque hoy en día se capturan menos animales, los que nacen en cautiverio siguen sufriendo estrés. Puede que no conozcan una vida diferente, pero la evolución los formó para vivir en un océano abierto rodeados de otros de su especie, no en el confinamiento solitario de un tanque.
La lección para nosotros es que no basta con decir a la gente que se centre en lo positivo, o que evite el estrés, que parece tener su origen en factores ambientales más que en el comportamiento. Puede que no te estreses por trabajar 80 horas a la semana si amas lo que haces. En cambio, si odias tu trabajo, puedes evitar una fuente de estrés renunciando a él, pero podrías arriesgarte a sustituirlo por el estrés de la falta de dinero.
Pero tal vez esos animales puedan guiarnos hacia formas de cambiar el modo en que nos tratamos unos a otros. Así podremos ayudarnos mutuamente durante el resto de esta pandemia y ser menos vulnerables a la siguiente.