Bloomberg — El tuitero que publicó este comentario un reciente viernes por la noche sabía claramente lo que se avecinaba: “Opinión impopular: lo mejor que pueden hacer los jóvenes al principio de su carrera es trabajar los fines de semana”.
No se refería al tipo de trabajos que suelen requerir turnos de fin de semana además de trabajo nocturno. Se refería al tipo de trabajos profesionales en los que las personas que “sólo” trabajan de lunes a viernes, de nueve a cinco, son consideradas holgazanas.
Y en cierto sentido, no se equivocaba: era una opinión impopular. Su afirmación suscitó miles de respuestas satíricas y mordaces.
Sin embargo, algunos la apoyaron. Los que defendían el trabajo de fin de semana argumentaban que los jóvenes no tienen mucho que ofrecer más allá de su energía. Sus habilidades técnicas aún no están desarrolladas, sus redes profesionales son pequeñas y la ciencia sugiere que su inteligencia emocional es menor que la de sus colegas de mayor edad. Lo que pueden ofrecer es energía y entusiasmo.
¿Pero eso significa trabajar los fines de semana? No en todas las ciudades. ¿Y trabajar los fines de semana conduce a la riqueza? No en todos los sectores.
El debate sobre este tipo de trabajo excesivo en Estados Unidos está dominada por las culturas de Nueva York y la zona de la bahía, y por los profesionales de élite. En estos grupos, las largas horas tienen poder de señalización.
El exceso de trabajo funciona esencialmente como una forma de moneda de cambio social. Algunos investigadores han calificado las largas horas de trabajo como un “concurso de masculinidad” (en el que los concursantes compiten para demostrar su resistencia y fuerza); otros han señalado que, sobre todo en Estados Unidos, el exceso de trabajo es un símbolo de estatus.
Entre las élites profesionales, el apego a las largas horas es tan fuerte que desafía la lógica. En un estudio particularmente alarmante sobre cirujanos, un intento de reducir los errores médicos limitando a los aprendices a 80 horas semanales (¡una semana de trabajo increíblemente larga!) encontró tal resistencia por parte de los médicos más veteranos que fracasó en dos de cada tres hospitales.
Los cirujanos alegaron que no se podía ser un buen médico con “sólo” 80 horas semanales, aunque las pruebas demuestran lo contrario. En otro estudio, los pasantes médicos que trabajaban 85 horas semanales cometían un 36% más de errores que los que se limitaban a 65 horas semanales.
En ciertas ciudades y trabajos, las largas horas son una medalla de honor. Pero en otros lugares, horas locas pueden parecer simplemente... locas.
Cuando dirigía a personas de alrededor de 20 años, si uno de ellos hubiera trabajado sistemáticamente los fines de semana podría haber asumido que estaban abrumados por el trabajo y les habría quitado algunas responsabilidades. Incluso podría haber asumido que eran ineficientes, que carecían de habilidades clave, o incluso que eran un poco menos inteligentes. Alguien que tiene que trabajar los fines de semana para hacer el trabajo (especialmente cuando el trabajo consiste en un conjunto de tareas de muy bajo nivel) no parece un buen candidato para un ascenso.
Tampoco se cumple siempre la ecuación “horas de trabajo = dinero”, especialmente cuando se sale de sectores como la tecnología, el derecho, las finanzas y la consultoría. De hecho, en otras profesiones que exigen mucho tiempo, como el periodismo, a veces las personas que trabajan más horas o con peores horarios están entre las peor pagas.
Luego está la cuestión de qué tipo de trabajo se hace, como trabajador de veintipocos años, cuando se trabaja los fines de semana. En muchas oficinas llenas de cubículos, los trabajos de nivel inicial simplemente no ofrecen suficiente responsabilidad para justificarlo. Cualquiera que haya tenido alguna vez a un becario de pie en su mesa preguntando: “¿Tienes algo más para mí?”, seguramente lo reconoce. Y, sin embargo, conozco a muchos jóvenes que han asimilado la regla de “no marcharse nunca antes de que lo haga el jefe”.
El problema de este enfoque: Como ha descubierto el profesor de psicología Dacher Keltner a lo largo de 20 años de investigación, mientras los menos poderosos se obsesionan con lo que quieren los más poderosos, los más poderosos apenas se fijan en los menos poderosos. Estar sentado en tu escritorio fingiendo que trabajas para poder impresionar a un jefe que probablemente ni siquiera se da cuenta de tu presencia no es un gran uso de tu fugaz juventud. Y quizá no sea la mejor manera de avanzar en tu carrera.
Entonces, ¿qué es lo que ayuda a los jóvenes a avanzar en sus carreras? No es algo particularmente complejo. Hacer el trabajo de forma eficiente y rápida con el menor número de errores posible. Hacer preguntas, pero no demasiadas. Ser amable y alegre. Da las gracias (y escribe notas de agradecimiento).
Sí, debes esforzarte. Hazle saber a tu jefe cuándo tienes tiempo para realizar más tareas y busca formas de ser útil. Cuando alguien te pregunte si te gustaría asumir una nueva tarea, di que sí, independientemente de si se trata de un desafío aterrador o de una tarea aburrida que te hace refunfuñar “no puedo creer que me haya licenciado para esto”. Si te gustaría ascender, pregunta a tus jefes qué necesitarían para conseguirlo, y luego hazlo.
No trabajes gratis para conseguir “exposición”. Claro, ofrécete como voluntario para causas en las que creas (es una forma estupenda de crear una red profesional) pero no trabajes para una empresa con ánimo de lucro sin que te paguen.
El sistema en el que estamos es el capitalismo, y el objetivo es intercambiar tu trabajo por capital. Si trabajas gratis, te devalúas.
Y esa es otra razón por la que no creo que los jóvenes deban adquirir el hábito de trabajar los fines de semana. Una vez que empiezas a dar tus noches y fines de semana a tu empleador, estás esencialmente donando parte de tu salario. Lo mismo ocurre con el hecho de no tomar las vacaciones. En el casino del capitalismo, devolver el dinero a la casa no es la forma de ganar.
Sí, las profesiones que consumen mucho tiempo pagan mucho porque esperan mucho. Toda tu vida, de hecho. Es un precio que mucha gente está dispuesta a pagar. ¿Pero es “lo mejor que pueden hacer los jóvenes”? No.