La carrera espacial que el mundo necesita está comenzando

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Bloomberg Opinión — Elon Musk probablemente dio por sentado que su empresa de exploración espacial lanzaría y aterrizaría la primera misión privada a Marte. Sin embargo, si pensaba que SpaceX había acaparado el mercado, ya no lo hace.

Esta semana, dos empresas espaciales han anunciado un audaz plan para enviar un módulo de aterrizaje a Marte para finales de 2024. Los obstáculos técnicos son grandes. Pero incluso si la misión fracasa, creará algo importante y duradero: una carrera espacial entre empresas privadas, no entre estados-nación.

Las empresas siempre han tenido un rol en la exploración espacial. Los primeros logros de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de EE.UU. (NASA), incluidos los alunizajes del Apolo, dependieron de contratistas privados. Más tarde, las empresas llegaron a dominar el diseño y la explotación de los satélites de comunicaciones y otros tipos de satélites comerciales.

Pero la exploración por la exploración misma ha seguido siendo una actividad que los países ricos persiguen por prestigio, gloria y ventaja militar más que por el beneficio.

El problema es que la exploración y la ciencia son a veces demasiado difíciles y caras para justificar la búsqueda de la gloria. Durante la mayor parte de la era espacial, Marte ha sido ese tipo de destino, frustrando alrededor de la mitad de las misiones que esperaban aterrizar u orbitar en el planeta y sus lunas.

A principios de la década de 2000, Musk comenzó a desviarse de los coches eléctricos pioneros y empezó a investigar los planes de la NASA para enviar personas a Marte. Cuando descubrió que no había ninguno, empezó a sentar las bases de SpaceX. El objetivo declarado de Musk -y de SpaceX- a largo plazo es hacer que “la humanidad sea multiplanetaria”.

Para conseguirlo, SpaceX y sus ingenieros han intentado reducir el coste de ir al espacio desarrollando sistemas de cohetes reutilizables. Lo han conseguido mejor de lo que nadie podía imaginar.

En 2011, un kilogramo de carga lanzado en el transbordador espacial de la NASA costaba alrededor de US$30.000; hoy, un kilogramo de carga útil lanzado en el cohete Falcon 9 de SpaceX cuesta alrededor de US$1.200. La reducción de costos no solo ha ampliado el mercado de los servicios de lanzamiento más allá de los gobiernos y las grandes empresas, sino que también ha permitido a Musk añadir una nota de practicidad a sus grandes sueños de Marte.

En abril de 2016, SpaceX anunció planes para enviar una nave espacial sin tripulación a la superficie marciana tan pronto como en 2018. El plan sonaba plausible; tanto el cohete como la nave de aterrizaje estaban en fases avanzadas de desarrollo (y ambos se han lanzado desde entonces). La misión sería financiada por SpaceX y Musk, con apoyo operativo y técnico de la NASA, pero no dinero.

El plan resultó ser insostenible desde el punto de vista político y financiero, y Musk lo canceló poco más de un año después del anuncio inicial. En su lugar, anunció una nueva arquitectura de misión a Marte, destacada por el desarrollo de una nave espacial reutilizable apodada Starship, que SpaceX describe como el “vehículo de lanzamiento más potente jamás desarrollado.” Se espera que la Starship realice pronto su primer vuelo de prueba orbital, pero no se ha anunciado ningún plazo para viajar más allá de la Tierra.

Eso no significa que no haya esperanza para una misión comercial a Marte. En las dos décadas transcurridas desde la fundación de SpaceX, el sector espacial mundial ha crecido hasta convertirse en una industria de US$447.000 millones (su valor era de US$162.000 millones en 2005), con al menos 20 empresas capaces de realizar lanzamientos orbitales y de satélites. A medida que crece el número de empresas, también lo hacen el espíritu empresarial y la experiencia. Y algunos de esos conocimientos se lanzan por su cuenta.

Tom Mueller es uno de esos empresarios. En 2002 era el empleado número 1 de SpaceX, y a lo largo de una carrera de 18 años desempeñó un papel crucial en el desarrollo de motores y sistemas de propulsión para los cohetes y naves espaciales de la empresa. Tras jubilarse, se dedicó a su pasión por los coches de carreras hasta que fundó Impulse Space el año pasado. La empresa se centra en la construcción de sistemas de propulsión sostenibles para mover objetos que ya están en el espacio, desde satélites hasta chatarra espacial.

Es el tipo de ambición descarada que convirtió a SpaceX en un éxito, por lo que no debería sorprender del todo que Mueller intente superar a su antiguo jefe en Marte. El socio de Impulse Space es Relativity Space Inc, una empresa de 7 años que planea utilizar la impresión 3D para fabricar vehículos de lanzamiento reutilizables.

Al igual que Impulse, Relativity tiene el ADN de SpaceX; su vicepresidente de ingeniería y fabricación, Zach Dunn, trabajó con Mueller durante años. El año pasado se puso en contacto con Mueller para organizar una misión que llamara la atención sobre su nuevo cohete, que pretende competir directamente con SpaceX.

¿Funcionará? La arquitectura de la misión a Marte utiliza las capacidades innovadoras de ambas empresas, a la vez que se apoya en la NASA para una entrada segura en la atmósfera marciana. (La NASA aterrizó allí un rover el año pasado.) Si el esfuerzo tiene éxito, es probable que la NASA y otras empresas aprovechen la oportunidad de pagar el transporte en futuras misiones.

Es una carrera espacial digna de aplaudir. Los programas espaciales gubernamentales siguen haciendo avanzar la ciencia y la ingeniería en todo el mundo. Pero el futuro de la exploración espacial será definido por empresas privadas que compiten entre sí. La carrera por poner el primer cohete comercial en Marte no tiene el mismo atractivo que el envío del primer ser humano a la Luna. Pero el logro sería igual de importante para el desarrollo de una especie multiplanetaria. Que gane el mejor cohete.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.